La túnica roja, el velo y la salvación

Homilía de la misa en rito hispano-mozárabe. Iglesia de San Cipriano (Zamora). 30 de abril de 2021

Querido Padre y Obispo, D. Fernando.  

Agradezco la confianza que ha depositado en mí al encargarme esta tarea.

Se hace extraño tener que presidir y predicar con el obispo delante. 

Queridos hermanos sacerdotes.

Queridos hijos.

Luz y Paz. 

En el contexto del año jubilar ‘Raíces con esperanza’, estamos inaugurando una serie de celebraciones en el venerable rito hispano-mozárabe. El universo simbólico del rito quiere llevarnos de la tierra al cielo anticipando la segunda venida del Señor y nuestra participación en el altar del cielo. 

La conocida miniatura de la Ascensión del Señor del Antifonario visigótico de León, muestra a Cristo vestido con una túnica roja para penetrar en el santuario del cielo. Como dice la carta a los Hebreos:  “Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros; Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos”. Precisamente, de rojo intenso, de escarlata es la túnica de quien en nombre de Cristo va a penetrar hasta el altar del santuario para ofrecer el sacrificio por nuestros pecados, porque como dice el profeta Isaías: “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana”. 

El canto del sacrificium durante la preparación de las ofrendas nos permite unirnos a ellas y ser ofrecidos junto con el pan y el vino. Quedamos unidos a ellas por el canto y por el incienso, símbolo de Cristo, la víctima de suave olor. 

Vamos a correr la misma suerte que las ofrendas: 

  • Nos cubrirá la Pasión y muerte del Señor significada en el velo de lino. El lino, que ha tenido que ser golpeado y desgarrado, es símbolo de la Pasión del Señor. 
  • En la retirada del velo tras orar por los difuntos abriremos nuestros ojos a la contemplación del misterio: el pan y el vino se transforman -se transubstancian- en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y nosotros al comerlo nos transformamos -nos transubstanciamos- en la Iglesia de Cristo. 
  • “Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos”, y continúa la carta a los Hebreos: “La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan”. Si el sacerdote entra al santuario cargando con los pecados, sale de él cargando con la salvación para el pueblo: el pan eucarístico. No es baladí la expresión con la que el sacerdote invita al fiel a recibir la comunión: El Cuerpo de Cristo sea tu salvación y La Sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención

Vamos a vivir esto. Vivámoslo de forma existencial. Veamos su Pasión y Resurrección en los signos. Todo lo que vamos a vivir es sacramental: una realidad visible que nos manifiesta otra invisible. 

Antes de dejar paso al ritmo de la celebración no puedo dejar de dar las gracias a mis hermanos de la fraternidad sacerdotal San Isidoro – Gothia y especialmente al P. Manuel González, también al P. Mariano que seguro que está disfrutando de la liturgia desde la comunión de los santos. 

La Santa Misa desde el canto gregoriano 12 – Domingo de Resurrección

Unos pocos versos del salmo 138 se convierten en el texto del introito más importante del repertorio gregoriano, en el que como también dice el Evangelio de San Juan, Jesús aparece por primera vez ante María Magdalena, y le da a esta el mandato de anunciar la Resurrección. El texto del introito (Sal. 138, 18. 5, 6), dice: Resurrexi, et adhuc tecum sum, alleluia: posuisti super me manum tuam, alleluia: mirabilis facta est scientia tua, alleluia, alleluia (He resucitado y estoy aún contigo, aleluya. Apoyas sobre mí tu mano, aleluya. Sublime es tu conocimiento, aleluya, aleluya).

Siendo la fiesta central del cristianismo, y fundamento del mismo, cabría esperar que el introito de la misa de Pascua fuera de un carácter exuberante, similar al del día de Navidad (Puer natus est), al de la Ascensión (Viri Galilei), al de la Asunción (Gaudeamus omnes), o a la antífona de bendición de ramos que rememora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Ossana filio David). Sin embargo, tras una primera escucha que se recomienda hacer al lector, el canto de entrada del domingo de Resurrección se convierte en desilusionante. Tiene un carácter compungido, oscuro, de serenidad absoluta. El hecho sonoro resulta muy distanciado del anuncio de la Resurrección, signo del triunfo definitivo y gloria plena. Ante esta situación, desde luego, hay que reflexionar.

Llama la atención el modo en el que está compuesto este canto, el cuarto, pues evoca contextos aparentemente lejanos al hecho que se está celebrando. Los teóricos medievales reconocieron este modo como el más íntimo y estático de los ocho que conforman la paleta modal medieval, y asociaron este carácter a la contemplación y a la tristeza. De hecho hay varias antífonas de procesión y responsorios del Oficio de Difuntos en este mismo modo (Apud Dominum misericordia, Habitabit in tabernaculo tuo, Subvenite Sancti Dei, Antequam nascerer, Qui Lazarum, Credo videre).

La relación modal entre el introito de Pascua y el del comienzo del Triduo Pascual, Nos autem gloriari, no es la única en estos días, pues puede verse un itinerario marcado por la sonoridad del deuterus, tanto en su forma auténtica como plagal, durante toda la Semana Santa. La celebración eucarística del lunes santo se abre con otro canto en este mismo modo, el introito Iudica Domine nocentes me. El martes suena por primera vez el Nos autem gloriari, repetido en el Triduo como ya se ha dicho. Por último, la misa del miércoles da comienzo con el canto In nomine Domini, compuesto en modo III y perteneciente también a la sonoridad del deuterus, junto al IV. Así pues, desde el estudio de la modalidad se puede decir que el introito de Pascua Resurrexi es signo, expresión y cumplimiento de un proceso litúrgico iniciado al comienzo de la Semana Santa, pero potenciado en el Triduo Pascual, durante el cual viene celebrada sin solución de continuidad la pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Desde el punto de vista modal, el introito Resurrexi no olvidada todo lo sucedido en los días inmediatamente anteriores, en los que predominan los cantos en este mismo modo. Dicho coloquialmente, no olvida que poco antes han condenado a Jesús, se han mofado de él y lo han matado. De la tristeza absoluta a la máxima expresión de gozo no se pasa instantáneamente, sino que en medio de ambas emociones hay una tercera, la de calma, alivio, reposo. Y es esta la que sin duda refleja el introito del domingo de Pascua.

Antes de analizar las notaciones medievales y sus correspondencias, es necesario un primer análisis melódico-modal de la notación cuadrada negra. La nota Mi es la tónica o nota final, la cual se adorna por debajo con el Re y el Do. Por encima, el Fa y el Sol se comportan como una cuerda de recitación, y el La es adorno del Sol. La abundancia del Fa con sus desarrollos unisónicos no debe llevar a confusión, pues no es cuerda de recitación, sino un adorno que manifiesta e intensifica continuamente el hecho que se está celebrando.

Aunque el canto comienza ligeramente fluido, la tercera stropha sobre la última sílaba de Resurrexi, episemada en la notación de Saint Gall y con un tenere en la de Laon, nos indica un pequeño corte o parada que nos conduce a un torculus no cursivo. Esto, unido al pequeño ámbito musical, tan sólo de una tercera, convierte el anuncio de la Resurrección en algo desilusionante, sin esbozo alguno de alegría. Aunque el ámbito crece un punto más en el siguiente fragmento el carácter sigue siendo oscuro, algo que se acentúa en la palabra Alleluia, con un corte neumático al comienzo de la primera sílaba de la palabra y un valor largo en la clivis final que cadencia sobre la nota Mi, nota final, pero consistente en un reposo ciertamente suspendido.

En la siguiente palabra, posuisti, el ámbito melódico crece de nuevo un punto, llegando a la nota La como adorno superior del Sol. En un acto de confianza, gracia y responsabilidad como es que el Señor deje apoyar sobre sí una mano, el ritmo de la melodía se alarga para que este gesto sea revalorizado musicalmente. Una bivirga episemada en Saint Gall y dos grandes uncinus en Laon que frenan la melodía para indicar que a continuación llega la sílaba tónica de una palabra importante, que también se va a ver realzada por un corte neumático al comienzo de la misma y la llegada al punto más agudo hasta el momento. Para realzar el final de la palabra posuisti, Saint Gall añade un tenere que afecta a los dos últimos sonidos del torculus. El otro momento de gran expresividad en esta frase de confianza está sobre la primera sílaba de la palabra tuam, donde en ambas notaciones medievales hay un pes de larga duración en sus dos sonidos.

La tercera frase vuelve a crecer en ámbito, lo que conduce a una especie de crescendo en cuanto a dinámica y tensión que se resolverá patéticamente en el último alleluia, finalizando de nuevo la melodía en la nota final del modo IV, que se antoja inestable. Es el modo que nunca acaba, que siempre parece quedar en el aire.


La Santa Misa desde el canto gregoriano 11 – Domingo de Ramos

En esta ocasión no vamos a centrarnos, como hacemos habitualmente, en el introito de la misa del día. Hoy vamos a dedicar unas líneas al responsorio Collegerunt pontífices, que, aunque hoy la liturgia lo coloca el sábado anterior al domingo de Ramos, durante siglos formó parte de la extensa lista de cantos de la procesión que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén.

El texto de la primera parte del gradual, relacionado con este acontecimiento (Ju. 11, 47-50), dice: Collegerunt pontífices et pharisaei Concilium, et dicebant: Quid facimus, quia hic homo multa signa facit? Si dimittimus eum sic, omnes credent in eum: Ne forte veniant Romani, et tollant Nostrum locum, et gentem (Los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron y dijeron: “¿Qué haremos, ya que este hombre está trabajando muchas señales? Si lo dejamos libre para hacer esto, todos creerán en él, y los romanos pueden venir y quitarnos nuestra casa y nuestra nación”).

El canto gregoriano, como dijimos en la presentación de esta serie de comentarios, fue creado en la segunda mitad del siglo VIII en el entorno de Metz. Aunque siempre se ha dicho que fue resultado de la hibridación de los cantos romano y galicano, hemos de recalcar que no fue exactamente así. El nuevo repertorio era estructuralmente romano, pero la Galia aportó, principalmente, la ornamentación. La ornamentación del antiguo canto romano, a juzgar por los cinco códices que nos han llegado de este repertorio y los comentarios de Amalario de Metz, era muy simple e insistente.

En el responsorio podemos ver y escuchar en varios momentos la sonoridad de Re, típica del ambiente galicano, y concretamente el tetracordo La-Re. En cambio, cuando el texto dice “los romanos pueden venir y quitarnos nuestra casa y nuestra nación”, el modo de ornamentar es mucho más simple y repetitivo: a la romana. Resulta muy interesante esta comparación entre el acontecimiento que se narra y el proceso compositivo del canto.

Podemos escucharlo, siguiente la partitura, en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=nKf1pDJypmo

El acompañamiento de Dios a su creatura

Novena de Nuestra Madre de las Angustias
Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias
23 de marzo de 2021 – 20.00h
Iglesia de San Vicente de Zamora

Sra. Presidenta y hermano de la cofradía
Queridos hijos y hermanos

1. Al proponerme participar en esta novena me vino a la mente enseguida el privilegio que tuve, como ceremoniero, de portar la corona de la Virgen para que le fuera puesta por el señor obispo en aquella celebración, tan sentida, de tan onda devoción, que fue la coronación canónica.

Hoy me piden que en medio de la eucaristía os dirija unas palabras sobre sanar heridas, acompañar duelos. 

2. El único que es capaz de sanar completamente el corazón de los hombres es Cristo. Solo él, que con el Padre y el Espíritu acompañó desde el principio la creación de todas las cosas y creó el corazón del hombre, puede restaurarlo, sanarlo y llenarlo con su presencia.

Esta es la esperanza que los cristianos tenemos que tener en cuenta a la hora de intentar ayudar a todos aquellos que la vida les ha roto el corazón, que la sociedad les ha desgarrado el alma y que el pecado les ha llenado de tinieblas todo su ser: Dios desde el principio del mundo ha acompañado y sostenido su creación y sus creaturas.

3. En la tradición espiritual cristiana el Oriente siempre ha sido el lugar de la presencia de Dios. Mirar a Oriente era equivalente a mirar a Dios; caminar hacia Oriente era equivalente de caminar hacia Dios. Cabe recordar que los primeros que caminaron hacia Oriente fueron Adán y Eva. Y como ellos, durante siglos los sacerdotes caminaron en el templo hacia Oriente y con los demás cristianos oraban mirando a Dios en Oriente. 

4. La expulsión del jardín del edén no fue un abandono. Dice el Génesis que salieron caminando hacia Oriente, esto caminaban buscando a Dios tras perder la gracia de pasear con Él en el jardín. Los hombres no fueron abandonados por Dios a su suerte, sino que se les fue acompañando con los patriarcas, los reyes y los profetas hasta que en la plenitud de los tiempos vino Cristo, Dios hecho hombre.

5. La Pascua judía manifiesta de una forma casi perfecta este acompañamiento de Dios. 

  • El pueblo de Israel es esclavo de Egipto, como nosotros lo somos del pecado, de los vicios y de la tentación. 
  • Dios suscita inesperadamente un hombre que guiará al pueblo hacia la libertad. También en estos días en que oramos por el seminario hemos de recordar que Dios suscita vocaciones a la vida sacerdotal, pero también a la vida religiosa y a la familia cristiana, a veces donde menos nos esperamos. 
  • Esta vocación universal a la santidad como fin de la peregrinación y de la búsqueda de Dios la recibimos cuando pasamos por las aguas del bautismo, lo mismo que Israel se sintió libre una vez que cruzaron el Mar Rojo. 
  • Dios manifiesta su voluntad a través de las tablas de la ley, ley que para nosotros fue inscrita en el corazón y continuamente recordada por el Espíritu que habita en nosotros. 
  • El pueblo de Israel salió de Egipto caminando hacia Oriente donde estaba la tierra prometida. Y en todo el camino fue acompañado por Moisés y ayudado por Dios que sacó agua de la roca, les dio el pan del cielo y suscitó ese estandarte en forma de serpiente para curar a todos del que nos habla la primera lectura.

6. Queridos hermanos este es el paradigma del acompañamiento en el dolor, en cualquier esclavitud de los hombres, que nosotros hemos de traslucir: caminar hacia Dios, juntos, guíados por quienes él pone a nuestro lado, recogiendo los dones que Dios nos envía.

7. Decía que la Pascua judía manifiesta de una forma casi perfecta este acompañamiento, porque la perfección solamente la encontramos en los misterios de la encarnación, muerte y resurrección del Señor. La vida de Cristo ha sido la perfección del acompañamiento al hombre enfermo, excluido y pecador. Desde el primer momento de su aparición en el seno virginal de María manifiesta su abajamiento, su empatía por el hombre, humanizándose Él, nos diviniza a nosotros, nos eleva en nuestra dignidad: ningún elemento de lo creado por Él ha recibido la dignidad de Dios haya querido asimilarse. La encarnación es también un criterio de acompañamiento: ponernos en los zapatos del otro, empatizar con Él, comprender. Sentar a un pobre en nuestra mesa o invitarle a desayunar con nosotros es manifestarle que lo queremos de igual a igual. Permítanme una experiencia personal. Siempre recordaré con emoción la primera vez que comí con una pareja de indigentes que un golpe de calor los había dejado en la cuneta de uno de mis pueblos. En el restaurante sus ojos manifestaban la confusión y la incertidumbre de sentarse a la mesa conmigo… Unos meses más tarde mientras comíamos en la casa parroquial donde se estaban recuperando me preguntaron: ¿por qué?… Yo tampoco sabría decir el por qué… quizá… porque la Iglesia vive de signos externos que expresan nuestra fe, si creemos que Dios se abaja para ayudarnos debemos expresarlo al menos de forma simbólica. 

8. Vamos a celebrar cómo Cristo culmina su vida de abajamiento próximamente, el Viernes Santo. Ante esta imagen de María con su hijo muerto en brazos deberíamos preguntarnos: ¿somos nosotros los que acompañamos a Cristo o es Él el que nos acompaña hacia el Calvario? En su primer discurso a la comunidad Santa Bonifacia Rodríguez habla a las hermanas de la necesidad de responder a la llamada de Cristo que nos busca para que le acompañemos: “Si nosotras no seguimos las huellas de Jesús, ¿quién irá tras Él? El mundo ya veis cómo le trata con tantos pecados y tantos desprecios como le hace. Anda buscando Jesús quien padezca con él, quien le ame, quien le siga…” Para ella acompañar a Cristo en el dolor se abría a sentir su compañía permanente, les decía a las hermanas en ese mismo discurso: “a todas horas digamos: aquí está Jesús como padre, como redentor para salvarme, como comida celestial para alimentarme”. 

9. Igual que la expulsión del Edén no fue un abandono, entregarse a la muerte tampoco lo fue: era necesario sanar a todos los hombres desde Adán. Un escritor del s. VI, Romano, el Cantor, pone en boca de Jesús unas palabras de consuelo dirigidas a María: “¿por qué lloras, oh María? ¿por qué, junto con las otras mujeres te abandonas al dolor? ¿cómo podría entonces salvar a Adán? ¿no he de bajar al sepulcro? ¿cómo llevaré entonces a la vida a quienes están en el Hades?”. María acompaña a Jesús y a la vez recibe su acompañamiento consolador. La muerte de Cristo no es un sinsentido sino que es parte del plan salvador de Dios. La creación es redimida del pecado y de la muerte por el abajamiento de Cristo en la Encarnación, en la Muerte y , finalmente en el descenso al lugar de los muertos. Se abaja con la encarnación, se abaja en la cruz y se abaja en el descenso al lugar de los muertos. La creación, la encarnación y la cruz están unidas por el amor de Dios que se niega a sí mismo: en la creación deja de serlo todo para que existamos; en la encarnación deja de ser intangible para que lo abracemos; en la cruz deja de ser la vida para adentrarse entre los muertos. Un antiguo calendario hispano fijaba, por estos motivos, la fiesta del 25 de marzo com la fiesta de estos tres acontecimientos: día del inicio de la creación, día de la Encarnación y de la Muerte del Señor. 

10. No podemos acompañar a los hombres en su duelo si no caemos de rodillas y reconocemos: 

  • que sólo el Creador puede sanar el corazón herido. 
  • que sólo el Dios hecho hombre es capaz de levantar nuestra dignidad caída. 
  • que sólo la cruz puede salvar la humanidad.
  • que como María acompañemos a Cristo y de él recibamos el consuelo. 

11. Mirando a la imagen de Nuestra Madre quisiera terminar con unas palabras de Fray Luis de Granada que describen el momento que vemos en ella:

Abrázase la Madre con el cuerpo despedazado;
apriétalo fuertemente en sus pechos
-para esto solo le quedaban fuerzas-,
mete su cara entre las espinas de la sagrada cabeza,
júntase rostro con rostro,
tíñase la cara de la Madre con la sangre del Hijo
y riégase la del Hijo con las lágrimas de la Madre. 

La Santa Misa desde el canto gregoriano 10 – IV domingo de Cuaresma

El paralelismo entre este día y el III domingo de Adviento es evidente, y no solo por lo más visible, que los ornamentos cambien del color morado al color rosa. Son dos fiestas que la liturgia coloca en el centro de los dos tiempos penitenciales del año: Adviento y Cuaresma. El domingo Gaudete y el domingo Laetare respectivamente.

El texto del introito (Is. 66, 10-11), que nos conduce a la Pascua invitándonos a la alegría, dice: Laetare Jerusalem: et conventum facite omnes qui diligitis eam: gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis: ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae (Alégrate, Jerusalén, y regocijaos con ella todos los que la amáis; gozaos los que estuvisteis tristes, para que os llenéis de júbilo, y recibáis los consuelos que manan de sus pechos).

Este canto, compuesto en modo V, refleja ya en su comienzo el carácter no solo del resto de la pieza, sino de toda la celebración. Bastan dos palabras, Laetare Jerusalem, para llegar a la nota Do, cuerda de recitación del modo, y que, además, nos recuerda que la palabra Jerusalem es aguda, y esdrújula como remarcan las ediciones litúrgico-musicales. Saint Gall llega al final de la palabra con una bivirga, y la notación de Laon, muy clara a este respecto, marca puntos -la grafía más ligera- para las tres primeras sílabas y dos uncini para la última. La palabra Laetare, en su sílaba tónica, presenta un torculus resupinus con corte neumático en el tercer y cuarto sonidos, lo que nos lleva a articular la siguiente nota, que, seguida de una clivis con episema, favorecen la posterior enérgica subida hacia Jerusalén.

La alegría que refleja el texto, y también la música, del introito, se extiende al resto de cantos del propio de la misa, expresada de maneras diferentes: en el gradual en VII modo Laetatus sum, que se mueve en una tesitura muy alta, llegando al La agudo; en el ofertorio Laudate Dominum, aunque en un modo grave, el II; y en la comunión Jerusalem quae aedificatur, en IV modo.

Quienes leen cada semana esta serie dedicada al canto gregoriano recordarán, y si no, pueden releer aquél comentario, que el I domingo de Cuaresma hablamos de una célula melódico-rítmica sobre la palabra glorificabo en el introito de ese día; y que esa misma fórmula se repetía hasta en catorce ocasiones en los cánticos de la Vigilia Pascual. Decíamos, entonces, que la Pascua venía anunciada musicalmente ya desde el comienzo de la Cuaresma. Hoy, IV domingo de este tiempo litúrgico, punto luminoso dentro del mismo, se vuelve a aludir a la celebración pascual, pues el tracto que se canta hoy, Qui confidunt, contiene también el llamado motivo pascual.

En el siguiente enlace podemos escuchar el introito Laetare Jerusalem: https://www.youtube.com/watch?v=IXhIPtK9ABc

La Santa Misa desde el canto gregoriano 09 – III domingo de Cuaresma

Desde el punto de vista musical, y más concretamente, modal, la Misa del III domingo de Cuaresma se abre con un anuncio inesperado. Una melodía exuberante, llena de luz, compuesta en VII modo, tetrardus autenticus, como ocurre en días especialmente importantes en el itinerario cristológico (Navidad, con el introito Puer natus est, y Ascensión, con Viri galilei).

Hoy vamos a fijarnos solo en un par de detalles, pero antes de ello, leamos con atención el texto (Sal. 24, 15-16): Oculi mei semper ad Dominum, quia ipse evellet de laqueo pedes meos: réspice in me, et miserere mei, quoniam unicus et pauper sum ego (Mis ojos miran siempre al Señor, porque Él librará del lazo mis pies; mírame, oh Dios, y apiádate de mí, porque me veo solo y pobre).

Observando las notaciones adiastemáticas, Laon por encima del tetragrama y Saint Gall por debajo, vemos cómo estas amplifican no solo la primera sílaba del texto, con un pes no cursivo (los dos sonidos amplificados), sino las notas sucesivas. La notación de Laon nos muestra esta riqueza expresiva de una manera más clara que la notación sangalense, mediante esos grandes uncini. Laon utiliza al menos tres tamaños diferentes para el uncinus, y utiliza unos u otros en función de la importancia del texto sobre el que aparezcan. No cabe duda de que Oculi mei es importante, y dada esta importancia, quizá podríamos preguntarnos por qué tenemos una sucesión de notas sobre la cuerda de recitación del modo VII en vez de grupos neumáticos desarrollados. El motivo está muy claro. SEMPER.

Semper es la palabra más importante. Acordémonos del III domingo de Adviento, cuando la primera parte del introito Gaudete nos dirigía en una especie de crescendo también a la palabra semper. Gaudete in Domino semper. El III domingo de Adviento nos llamaba a regocijarnos siempre en el Señor. Este III domingo de Cuaresma nos invita a mantener los ojos, la mirada, siempre en el Señor. Esta palabra es el punto culminante de la primera semifrase. Tras ese semper intensificado, muy especialmente en el códice de Laon, decimos ad Dominum en un ambiente mucho más fluido y a la vez relajado; pero como si aún escucháramos resonar la palabra semper.

El clímax del canto llega muy poco después, en la palabra evelet, que alcanza sonidos más agudos que la palabra ‘siempre’. Este punto álgido tiene una clara relación con el visto anteriormente: quien siempre mantiene la mirada en el Señor será librado. Oculi mei semper ad Dominum, quia ipse evellet de laqueo pedes meos.

En este enlace podemos acceder al comentario del III domingo de Adviento, donde la palabra semper era también muy importante: https://liturgiaconespiritu.org/2020/12/12/la-santa-misa-desde-el-canto-gregoriano-03-iii-domingo-de-adviento/

Y en este podemos escuchar el introito de hoy: https://www.youtube.com/watch?v=Q5m0jfYH5CQ

San Adriano de Nicomedia

Un día como hoy…

… en el Martirologio Jeronimiano se conmemora a San Adriano de Nicomedia. Otros martirológios y calendarios asignan otro día a este santo mártir de la iglesia de Nicomedia. Mientras que los sinaxarios griegos lo recuerdan el 26 de agosto, fecha en que también lo celebran los armenios, los coptos lo celebras unos días antes, el 19 de agosto. El Martirologio Romano coloca su fiesta el 8 de septiembre por decisión del Papa Sergio I (687-701), ya que la procesión de inicio de la fiesta de la Natividad de la Virgen María en la Basílica de Santa María la Mayor, partía desde la Iglesia de San Adriano. En el rito hispano-mozárabe se celebra el 16 de junio.

Militar, esposo y mártir.

Adriano fue un militar romano destinado a Nico media y casado con la cristiana Natalia. El testimonio martirial de veintitrés cristianos sometidos a la tortura por la persecución de Maximiano hizo que Adriano abrazara la fe cristiana. Fue llevado ante el emperador par ser juzgado: fue apresado y encarcelado. Su esposa, entre el grupo de mujeres que atendían a los esclavos cristianos, pasó con él los últimos días de su prisión, con la dura tarea de sujetar los pies y manos de su marido mientras se los cortaban.

Su cuerpo, salvado de la hoguera por la lluvia, fue rescatado por el cristiano Eusebio y sepultado en Argirópolis, Bizancio (actualmente en el barrio Fundukli en Estambul), donde posteriormente recibiría sepultura su esposa. Según la tradición sus reliquias fueron trasladadas posteriormente a Roma, hecho que en la edad media suscitó un gran devoción por toda Europa.

Oración de la liturgia hispana

Por la atención que recibía de su mujer, ambos son considerados abogados de las epidemias, pestes y pandemias.

Dios sumo, eterno e inescrutable, en quien se alegró con gozo vehemente tu santa sierva Natalia cuando conoció que su esposo Adrián se había convertido a ti tan plenamente; sálvanos por las preces de ambos, a los que en ti creemos y esperamos, y santifícanos con sus aportaciones.

Él, con su ejemplo, nos haga más fuertes, ella guíe a los que tienen que curarse y se muestre a los que están curados.
Por él se anime a la virtud el ánimo renqueante, por ella queden curadas nuestras heridas hasta lo más profundo.
Reciba él a los que han de levantarse, guarde ella a los que necesitan ser visitados.
Otorgue él la gloria a los curados, aplique ella los medicamentos a los que están por curar.
Recoja él a los que ella no aparte, y cure ella a los que él ha de glorificar.
Así, por uno y otra, reciban su salvación los que van a curarse, y a los curados, se les dé la plenitud de la gloria eterna.
R/. Amén. 

La Santa Misa desde el canto gregoriano 08 – II domingo de Cuaresma

El introito de la misa del II domingo de Cuaresma (Sal. 26, 8.9.1) dice: Tibi dixit cor meum, quaesivi vultum tuum, vultum tuum, Domine, requiram: ne avertas faciem tuam a me (Contigo habló mi corazón, sólo ansié contemplar tu rostro; lo buscaré, Señor, no lo escondas a mi vista). Tanto textual como musicalmente podemos ver dos partes claramente diferenciadas. La primera de ellas está caracterizada por las continuas pulsaciones unisónicas sobre la cuerda de recitación Do, especialmente las que se encuentran en la última sílaba de dixit: dos grupos estróficos separados por una virga con episema. La palabra Tibi comienza con un pes no ligero, denso, que nos recalca la importancia y fuerza de esta palabra, pues es hacia ti, contigo, Señor, con quien habló mi corazón.

En la segunda parte el momento más expresivo, más intensamente destacado, es la palabra requiram, pues la acción de buscar el rostro del Señor el momento más importante. Tras esta enfatización, el canto concluye con un descenso melódico, progresivo, en el que predomina la relación silábica entre texto y melodía.

Quienes leéis habitualmente estos comentarios sabéis que nos centramos especialmente, aunque no sólo, en el canto de entrada. Sin embargo hoy vamos a dedicar unas líneas al tracto. Este canto forma parte de la Misa del domingo de Sexagésima –en los lugares en los que se sigue celebrando el rito tradicional-, cuando la Iglesia recuerda el diluvio universal. El texto, tomado del salmo 59, dice: Commovisti, Domine, terram et conturbasti eam. Sana contritiones ejus, quia mota est. Ut fugiant a facie arcus: ut liberentur electi tui (Conmoviste, Señor, la tierra, y la turbaste. Sana sus hendiduras, porque se bambolea. Para que huyan de los tiros del arco, y se libren tus escogidos). Conmover, turbar, bambolear.

El IV domingo de Adviento hablábamos del figuralismo presente en el introito Rorate caeli: cuando el texto hacía referencia a las alturas la música llegaba al extremo superior del ámbito del canto; cuando el texto hablaba de la tierra, la melodía descendía hasta el límite inferior. En el tracto Commovisti tenemos otro de los muchos ejemplos de figuralismo en el repertorio gregoriano. En el día que, como hemos dicho, se recuerda el diluvio universal, y con el texto apropiado para ello, “conmoviste, Señor, la tierra, y la perturbaste”, la melodía presenta numerosos y largos melismas, en sentido ascendente y descendente, alternando grupos neumáticos ligeros y densos. En definitiva, toda una descripción sonora de lo que dice el texto y lo que la Iglesia transmite en este día.

Aquí podemos escuchar el introito Tibi dixi: https://www.youtube.com/watch?v=RnUz0Qju9uM;

y aquí, siguiendo la partitura, el tracto Commovisti: https://www.youtube.com/watch?v=PHrVrmC_JXU

La Santa Misa desde el canto gregoriano 07 – I domingo de Cuaresma

Con el reciente comienzo de la Cuaresma retomamos nuestros comentarios semanales sobre la Santa Misa desde el canto gregoriano.

Los cinco cantos del propio de la misa de este I domingo de Cuaresma –introito, gradual, tracto, ofertorio y comunión- toman como fuente textual el salmo 90 (podemos ver una tabla más abajo). Algunos de los versículos de este salmo se cantan en diferentes momentos de la misa, haciendo así resonar el mensaje que la Iglesia transmite en este domingo, el de las tentaciones de Cristo. Este mensaje, por mucho que se repita –algunos versículos se cantan este día hasta en tres ocasiones-, se transmite cada vez de una manera diferente, pues aparece en cantos de diferente estilo, forma y modalidad. La Iglesia nos hace hoy rumiar y exprimir el texto. El versículo 15, por ejemplo, no suena igual en el introito que en el tracto. En el primer caso, el texto abre la misa en VIII modo –mismo con el que también abría el Adviento- en un estilo semiornado; en el segundo, forma parte de un canto en II modo, muy ornamentado y cantado de forma directa, es decir, sin ningún tipo de repetición, el salmo se canta de principio a fin –a excepción de unos pocos versículos de los que se prescinde-. El mismo texto cantado de diferentes formas y en distintos estilos y modalidades nos lleva a, como decíamos antes, rumiar el texto y comprenderlo de diferentes maneras. La misa de este I domingo de Cuaresma es un Lectio Divina del salmo 90.

IntroitoPs. 90, 15. 16 y 1
GradualPs. 90, 11-12
TractoPs. 90, 1-7 y 11-16
OfertorioPs. 90, 4
ComuniónPs. 90, 4-5

Al igual que hicimos en los tiempos de Adviento y Navidad, dedicaremos semanalmente unas líneas al canto de entrada. El texto de este dice: Invocabit me, et ego exaudiam eum: eripiam eum, et glorificabo eum: longitudine dierum adimplebo eum (Me invocará el justo, y yo le oiré; le libraré y le glorificaré, le daré una larga vida).

El inroito, compuesto en VIII modo, el último de los modos gregorianos, el llamado modo perfecto, tiene un ámbito muy estrecho, de apenas una cuarta –de Sol, la nota finalis, a Do’, la repercutio– acrecentado con notas de adorno inferiores. Sin embargo, en el centro del canto, en el corazón del mismo, se encuentra el punto álgido. Dios, hablando en primera persona dice: “me invocará, le oiré, le libraré y le glorificaré”. Sobre la penúltima sílaba de la palabra glorificabo encontramos el punto luminoso del introito, reflejado en la melodía, pues se alcanzan notas que no se habían cantado antes, y en la ornamentación de la sílaba, con un pes ligero que nos conduce hacia la parte más aguda –luminosa-, desde la que se desciende de manera más pausada, con una clivis parcialmente cursiva y otra totalmente cursiva, intensificada con la letra ‘t’, tenere, en la notación de Saint Gall. Hemos llegado a ese punto álgido y luminoso de manera fluida, y nos hemos detenido en él para descender lentamente, recreándonos en glorificabo.

Este glorificabo es el anuncio y promesa de la Pascua. Este motivo melódico-rítmico (pes Si-Re’, clivis Mi’-Do’ y clivis Do’-La) es el llamado motivo pascual, que se repite en los cánticos de la Vigilia Pascual, Qui confidunt, Cantemus Domino, Laudate Dominum, Vinea facta est, Attende caelum y Sicut cervus. En síntesis, recordamos destacamos las dos ideas de nuestro comentario de hoy: la Lectio Divina del salmo 90 y el anuncio de la Pascua en el I domingo de Cuaresma.

Podemos escuchar una versión es este introito en: https://www.youtube.com/watch?v=WHUPpGDCHfI

Las cenizas del miércoles

¿Cuándo?: El miércoles de ceniza después de las lecturas, bien con la celebración de la misa o con la liturgia de la Palabra.
¿Dónde?: En la cabeza.
¿Quien?: el Obispo, el presbítero o el diácono.
¿Desde dónde?: al menos el obispo, desde la sede-cátedra