Novena de Nuestra Madre de las Angustias
Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias
23 de marzo de 2021 – 20.00h
Iglesia de San Vicente de Zamora
Sra. Presidenta y hermano de la cofradía
Queridos hijos y hermanos
1. Al proponerme participar en esta novena me vino a la mente enseguida el privilegio que tuve, como ceremoniero, de portar la corona de la Virgen para que le fuera puesta por el señor obispo en aquella celebración, tan sentida, de tan onda devoción, que fue la coronación canónica.
Hoy me piden que en medio de la eucaristía os dirija unas palabras sobre sanar heridas, acompañar duelos.
2. El único que es capaz de sanar completamente el corazón de los hombres es Cristo. Solo él, que con el Padre y el Espíritu acompañó desde el principio la creación de todas las cosas y creó el corazón del hombre, puede restaurarlo, sanarlo y llenarlo con su presencia.
Esta es la esperanza que los cristianos tenemos que tener en cuenta a la hora de intentar ayudar a todos aquellos que la vida les ha roto el corazón, que la sociedad les ha desgarrado el alma y que el pecado les ha llenado de tinieblas todo su ser: Dios desde el principio del mundo ha acompañado y sostenido su creación y sus creaturas.
3. En la tradición espiritual cristiana el Oriente siempre ha sido el lugar de la presencia de Dios. Mirar a Oriente era equivalente a mirar a Dios; caminar hacia Oriente era equivalente de caminar hacia Dios. Cabe recordar que los primeros que caminaron hacia Oriente fueron Adán y Eva. Y como ellos, durante siglos los sacerdotes caminaron en el templo hacia Oriente y con los demás cristianos oraban mirando a Dios en Oriente.
4. La expulsión del jardín del edén no fue un abandono. Dice el Génesis que salieron caminando hacia Oriente, esto caminaban buscando a Dios tras perder la gracia de pasear con Él en el jardín. Los hombres no fueron abandonados por Dios a su suerte, sino que se les fue acompañando con los patriarcas, los reyes y los profetas hasta que en la plenitud de los tiempos vino Cristo, Dios hecho hombre.
5. La Pascua judía manifiesta de una forma casi perfecta este acompañamiento de Dios.
- El pueblo de Israel es esclavo de Egipto, como nosotros lo somos del pecado, de los vicios y de la tentación.
- Dios suscita inesperadamente un hombre que guiará al pueblo hacia la libertad. También en estos días en que oramos por el seminario hemos de recordar que Dios suscita vocaciones a la vida sacerdotal, pero también a la vida religiosa y a la familia cristiana, a veces donde menos nos esperamos.
- Esta vocación universal a la santidad como fin de la peregrinación y de la búsqueda de Dios la recibimos cuando pasamos por las aguas del bautismo, lo mismo que Israel se sintió libre una vez que cruzaron el Mar Rojo.
- Dios manifiesta su voluntad a través de las tablas de la ley, ley que para nosotros fue inscrita en el corazón y continuamente recordada por el Espíritu que habita en nosotros.
- El pueblo de Israel salió de Egipto caminando hacia Oriente donde estaba la tierra prometida. Y en todo el camino fue acompañado por Moisés y ayudado por Dios que sacó agua de la roca, les dio el pan del cielo y suscitó ese estandarte en forma de serpiente para curar a todos del que nos habla la primera lectura.
6. Queridos hermanos este es el paradigma del acompañamiento en el dolor, en cualquier esclavitud de los hombres, que nosotros hemos de traslucir: caminar hacia Dios, juntos, guíados por quienes él pone a nuestro lado, recogiendo los dones que Dios nos envía.
7. Decía que la Pascua judía manifiesta de una forma casi perfecta este acompañamiento, porque la perfección solamente la encontramos en los misterios de la encarnación, muerte y resurrección del Señor. La vida de Cristo ha sido la perfección del acompañamiento al hombre enfermo, excluido y pecador. Desde el primer momento de su aparición en el seno virginal de María manifiesta su abajamiento, su empatía por el hombre, humanizándose Él, nos diviniza a nosotros, nos eleva en nuestra dignidad: ningún elemento de lo creado por Él ha recibido la dignidad de Dios haya querido asimilarse. La encarnación es también un criterio de acompañamiento: ponernos en los zapatos del otro, empatizar con Él, comprender. Sentar a un pobre en nuestra mesa o invitarle a desayunar con nosotros es manifestarle que lo queremos de igual a igual. Permítanme una experiencia personal. Siempre recordaré con emoción la primera vez que comí con una pareja de indigentes que un golpe de calor los había dejado en la cuneta de uno de mis pueblos. En el restaurante sus ojos manifestaban la confusión y la incertidumbre de sentarse a la mesa conmigo… Unos meses más tarde mientras comíamos en la casa parroquial donde se estaban recuperando me preguntaron: ¿por qué?… Yo tampoco sabría decir el por qué… quizá… porque la Iglesia vive de signos externos que expresan nuestra fe, si creemos que Dios se abaja para ayudarnos debemos expresarlo al menos de forma simbólica.
8. Vamos a celebrar cómo Cristo culmina su vida de abajamiento próximamente, el Viernes Santo. Ante esta imagen de María con su hijo muerto en brazos deberíamos preguntarnos: ¿somos nosotros los que acompañamos a Cristo o es Él el que nos acompaña hacia el Calvario? En su primer discurso a la comunidad Santa Bonifacia Rodríguez habla a las hermanas de la necesidad de responder a la llamada de Cristo que nos busca para que le acompañemos: “Si nosotras no seguimos las huellas de Jesús, ¿quién irá tras Él? El mundo ya veis cómo le trata con tantos pecados y tantos desprecios como le hace. Anda buscando Jesús quien padezca con él, quien le ame, quien le siga…” Para ella acompañar a Cristo en el dolor se abría a sentir su compañía permanente, les decía a las hermanas en ese mismo discurso: “a todas horas digamos: aquí está Jesús como padre, como redentor para salvarme, como comida celestial para alimentarme”.
9. Igual que la expulsión del Edén no fue un abandono, entregarse a la muerte tampoco lo fue: era necesario sanar a todos los hombres desde Adán. Un escritor del s. VI, Romano, el Cantor, pone en boca de Jesús unas palabras de consuelo dirigidas a María: “¿por qué lloras, oh María? ¿por qué, junto con las otras mujeres te abandonas al dolor? ¿cómo podría entonces salvar a Adán? ¿no he de bajar al sepulcro? ¿cómo llevaré entonces a la vida a quienes están en el Hades?”. María acompaña a Jesús y a la vez recibe su acompañamiento consolador. La muerte de Cristo no es un sinsentido sino que es parte del plan salvador de Dios. La creación es redimida del pecado y de la muerte por el abajamiento de Cristo en la Encarnación, en la Muerte y , finalmente en el descenso al lugar de los muertos. Se abaja con la encarnación, se abaja en la cruz y se abaja en el descenso al lugar de los muertos. La creación, la encarnación y la cruz están unidas por el amor de Dios que se niega a sí mismo: en la creación deja de serlo todo para que existamos; en la encarnación deja de ser intangible para que lo abracemos; en la cruz deja de ser la vida para adentrarse entre los muertos. Un antiguo calendario hispano fijaba, por estos motivos, la fiesta del 25 de marzo com la fiesta de estos tres acontecimientos: día del inicio de la creación, día de la Encarnación y de la Muerte del Señor.
10. No podemos acompañar a los hombres en su duelo si no caemos de rodillas y reconocemos:
- que sólo el Creador puede sanar el corazón herido.
- que sólo el Dios hecho hombre es capaz de levantar nuestra dignidad caída.
- que sólo la cruz puede salvar la humanidad.
- que como María acompañemos a Cristo y de él recibamos el consuelo.
11. Mirando a la imagen de Nuestra Madre quisiera terminar con unas palabras de Fray Luis de Granada que describen el momento que vemos en ella:
Abrázase la Madre con el cuerpo despedazado;
apriétalo fuertemente en sus pechos
-para esto solo le quedaban fuerzas-,
mete su cara entre las espinas de la sagrada cabeza,
júntase rostro con rostro,
tíñase la cara de la Madre con la sangre del Hijo
y riégase la del Hijo con las lágrimas de la Madre.