La Santa Misa desde el canto gregoriano 12 – Domingo de Resurrección

Unos pocos versos del salmo 138 se convierten en el texto del introito más importante del repertorio gregoriano, en el que como también dice el Evangelio de San Juan, Jesús aparece por primera vez ante María Magdalena, y le da a esta el mandato de anunciar la Resurrección. El texto del introito (Sal. 138, 18. 5, 6), dice: Resurrexi, et adhuc tecum sum, alleluia: posuisti super me manum tuam, alleluia: mirabilis facta est scientia tua, alleluia, alleluia (He resucitado y estoy aún contigo, aleluya. Apoyas sobre mí tu mano, aleluya. Sublime es tu conocimiento, aleluya, aleluya).

Siendo la fiesta central del cristianismo, y fundamento del mismo, cabría esperar que el introito de la misa de Pascua fuera de un carácter exuberante, similar al del día de Navidad (Puer natus est), al de la Ascensión (Viri Galilei), al de la Asunción (Gaudeamus omnes), o a la antífona de bendición de ramos que rememora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Ossana filio David). Sin embargo, tras una primera escucha que se recomienda hacer al lector, el canto de entrada del domingo de Resurrección se convierte en desilusionante. Tiene un carácter compungido, oscuro, de serenidad absoluta. El hecho sonoro resulta muy distanciado del anuncio de la Resurrección, signo del triunfo definitivo y gloria plena. Ante esta situación, desde luego, hay que reflexionar.

Llama la atención el modo en el que está compuesto este canto, el cuarto, pues evoca contextos aparentemente lejanos al hecho que se está celebrando. Los teóricos medievales reconocieron este modo como el más íntimo y estático de los ocho que conforman la paleta modal medieval, y asociaron este carácter a la contemplación y a la tristeza. De hecho hay varias antífonas de procesión y responsorios del Oficio de Difuntos en este mismo modo (Apud Dominum misericordia, Habitabit in tabernaculo tuo, Subvenite Sancti Dei, Antequam nascerer, Qui Lazarum, Credo videre).

La relación modal entre el introito de Pascua y el del comienzo del Triduo Pascual, Nos autem gloriari, no es la única en estos días, pues puede verse un itinerario marcado por la sonoridad del deuterus, tanto en su forma auténtica como plagal, durante toda la Semana Santa. La celebración eucarística del lunes santo se abre con otro canto en este mismo modo, el introito Iudica Domine nocentes me. El martes suena por primera vez el Nos autem gloriari, repetido en el Triduo como ya se ha dicho. Por último, la misa del miércoles da comienzo con el canto In nomine Domini, compuesto en modo III y perteneciente también a la sonoridad del deuterus, junto al IV. Así pues, desde el estudio de la modalidad se puede decir que el introito de Pascua Resurrexi es signo, expresión y cumplimiento de un proceso litúrgico iniciado al comienzo de la Semana Santa, pero potenciado en el Triduo Pascual, durante el cual viene celebrada sin solución de continuidad la pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Desde el punto de vista modal, el introito Resurrexi no olvidada todo lo sucedido en los días inmediatamente anteriores, en los que predominan los cantos en este mismo modo. Dicho coloquialmente, no olvida que poco antes han condenado a Jesús, se han mofado de él y lo han matado. De la tristeza absoluta a la máxima expresión de gozo no se pasa instantáneamente, sino que en medio de ambas emociones hay una tercera, la de calma, alivio, reposo. Y es esta la que sin duda refleja el introito del domingo de Pascua.

Antes de analizar las notaciones medievales y sus correspondencias, es necesario un primer análisis melódico-modal de la notación cuadrada negra. La nota Mi es la tónica o nota final, la cual se adorna por debajo con el Re y el Do. Por encima, el Fa y el Sol se comportan como una cuerda de recitación, y el La es adorno del Sol. La abundancia del Fa con sus desarrollos unisónicos no debe llevar a confusión, pues no es cuerda de recitación, sino un adorno que manifiesta e intensifica continuamente el hecho que se está celebrando.

Aunque el canto comienza ligeramente fluido, la tercera stropha sobre la última sílaba de Resurrexi, episemada en la notación de Saint Gall y con un tenere en la de Laon, nos indica un pequeño corte o parada que nos conduce a un torculus no cursivo. Esto, unido al pequeño ámbito musical, tan sólo de una tercera, convierte el anuncio de la Resurrección en algo desilusionante, sin esbozo alguno de alegría. Aunque el ámbito crece un punto más en el siguiente fragmento el carácter sigue siendo oscuro, algo que se acentúa en la palabra Alleluia, con un corte neumático al comienzo de la primera sílaba de la palabra y un valor largo en la clivis final que cadencia sobre la nota Mi, nota final, pero consistente en un reposo ciertamente suspendido.

En la siguiente palabra, posuisti, el ámbito melódico crece de nuevo un punto, llegando a la nota La como adorno superior del Sol. En un acto de confianza, gracia y responsabilidad como es que el Señor deje apoyar sobre sí una mano, el ritmo de la melodía se alarga para que este gesto sea revalorizado musicalmente. Una bivirga episemada en Saint Gall y dos grandes uncinus en Laon que frenan la melodía para indicar que a continuación llega la sílaba tónica de una palabra importante, que también se va a ver realzada por un corte neumático al comienzo de la misma y la llegada al punto más agudo hasta el momento. Para realzar el final de la palabra posuisti, Saint Gall añade un tenere que afecta a los dos últimos sonidos del torculus. El otro momento de gran expresividad en esta frase de confianza está sobre la primera sílaba de la palabra tuam, donde en ambas notaciones medievales hay un pes de larga duración en sus dos sonidos.

La tercera frase vuelve a crecer en ámbito, lo que conduce a una especie de crescendo en cuanto a dinámica y tensión que se resolverá patéticamente en el último alleluia, finalizando de nuevo la melodía en la nota final del modo IV, que se antoja inestable. Es el modo que nunca acaba, que siempre parece quedar en el aire.


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