Con palmas al cielo
Publicado el 24 de marzo de 2024
Domingo de Ramos
P. Santiago Martín Cañizares
“Bendito el que viene en nombre del Señor” (Sal 117).
Lo único que conocemos es la meta. Así son las peregrinaciones. Cuando iniciamos una peregrinación sabemos el destino definitivo y como mucho el final de la etapa diaria. Lo que no sabemos es con quién nos encontraremos o qué caminos serán los mejores. Ni siquiera qué ocurrirá cuando lleguemos. A veces eso cusa un cierto desasosiego.
Me imagino a aquella peregrina gallega, Egeria, que en el siglo IV puso rumbo a Tierra Santa. Sabiendo cuál era la meta no imaginaba lo que viviría por muchas historias o leyendas que hubiera escuchado. El Domingo de Ramos una procesión salía del huerto de los olivos al lugar de la Ascensión del Señor y de allí se dirigían —como en peregrinación— a Jerusalén.
A Jerusalén precisamente se dirigían las peregrinaciones de los judíos sobre todo en las fiestas pascuales. Una procesión salía del monte de los olivos donde cada año construían aquellas tiendas que, además de recordar la estancia en el desierto, evocaban la morada eterna que esperaban tener. Era una procesión que con el tiempo se había convertido en una aclamación a la venida del Mesías: ‘Bendito el que viene en nombre del Señor… Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar’ (Sal 117). No era extraño que las autoridades judías se vieran provocadas por la entrada de Jesús en Jerusalén desde el mismo monte de los olivos, al son del mismo canto y con ramos en las manos.
La liturgia conmemora lo acontecido y anticipa lo anhelado. Por ello es bueno alzar la mirada y contemplar la última peregrinación que narran las escrituras: esa en la que los justos, con blancas túnicas, portan la palma de la victoria mientras avanzan hacia la visión del Cordero y del trono de Dios. La peregrinación que da sentido a todas las peregrinaciones, también y sobre todo las existenciales.
Cuando salgo de mi casa y me pongo en camino, no importa tanto conocer —de entendimiento— lo que me encontraré por el camino, cuando saber —de sabiduría— lo que he de hacer en cada momento. Es ese saber caminar a la forma de Jesús lo que adorna mi vida con una palma de buenas obras, necesaria para aclamar a Cristo, Rey y Señor, en mi última peregrinación.
Hoy recordamos que desde el monte de los olivos Jesús entró en la ciudad santa, anticipo de su peregrinación definitiva del monte de los olivos al cielo. Tambien hoy nosotros con ramos en las manos entramos en el templo anticipando y anhelando entrar como Cristo en el cielo. Hoy llevar el ramo es recordarnos que la vida no consiste en otra cosa que saber peregrinar al cielo.
‘Stabat Mater’. Un poema del Beato Jacopone de Todi
En el calendario romano general hoy se celebra la memoria de la Virgen de los Dolores. Es una de las pocas fiestas que mantienen un elemento peculiar en la liturgia de la palabra: la secuencia. Tras la segunda lectura y antes del evangelio una pieza poética es recitada o cantada. La época de mayor composición y uso de las secuencias fue la edad media. En la actualidad tan solo cuatro celebraciones tienen secuencia: los domingos de resurrección y Pentecostés, el Corpus Christi y Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores. A estas se unen algunas aprobadas en los misales propios de algunas órdenes que conservan en días más solemnes antiguas secuencias.
Jacopone di Todi
El autor del ‘Stabat Mater’ nació en Todi y versado en leyes fue notario y procurador. Entró en la orden franciscana tras enviudar e impulsó la congregación de los ‘Ermitaños Pobres del Señor de los cielos’ para vivir de forma más estricta la regla franciscana. Conocidos como los espirituales (luego observantes) en contraposición a los conventuales fueron aprobados por Celestino V. Jacopone firmó el ‘Manifiesto de Lunghenzza’ contra el pontificado del Papa Bonifacio VIII que había suprimido su congregación ya que no era amigo de corrientes radicales en la Iglesia. Tras la muerte del papa fue liberado en 1303 trasladándose al monasterio de San Lorenzo de Collazzone donde murió en el año 1306.
‘Stabat Mater’
El poema ‘Stabat Mater’ que se encontraba en algunos devocionarios pasó a formar parte del Misal Romano cuando en 1727 Benedicto XIII instituyó para toda la Iglesia la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, antes solo celebrada por los servitas.
Dejamos aquí el texto latino, su traducción al castellano y la música de esta secuencia:
Versión latina medieval
Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.
O quam tristis et afflicta
Fuit illa benedicta
Mater unigeniti
Quae maerebat et dolebat.
Et tremebat, cum videbat
Nati poenas incliti.
Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
In tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
Dolentem cum filio?
Pro peccatis suae gentis
Jesum vidit in tormentis
Et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem natum
Morientem desolatum
Dum emisit spiritum.
Eja mater fons amoris,
Me sentire vim doloris
Fac ut tecum lugeam.
Fac ut ardeat cor meum
In amando Christum Deum,
Ut sibi complaceam.
Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
Cordi meo valide.
Tui nati vulnerati
Tam dignati pro me pati,
Poenas mecum divide!
Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolere,
Donec ego vixero.
Juxta crucem tecum stare
Te libenter sociare
In planctu desidero.
Virgo virginum praeclara,
Mihi jam non sis amara,
Fac me tecum plangere.
Fac ut portem Christi mortem,
Passionis eius sortem
Et plagas recolere.
Fac me plagis vulnerari,
Cruce hac inebriari
Ob amorem filii,
Inflammatus et accensus,
Per te virgo sim defensus
In die judicii.
Fac me cruce custodiri,
Morte Christi praemuniri,
Confoveri gratia.
Quando corpus morietur
Fac ut animae donetur
Paradisi gloria.
Amen.
Versión en castellano adaptada por Lope de Vega, usada actualmente para Himno de la Liturgia de las Horas
La Madre piadosa parada
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
San Guillermo Fitzherbert
El 8 de junio la Iglesia celebra la memoria de San Guillermo Fitzherbert. Hijo del conde Herbert fue tesorero de la iglesia de York, Inglaterra, cuando era joven. En 1140 fue elegido arzobispo de York, a la que supusieron un grupo de cistercienses que lo acusaron de simonía, abusos sexuales y de estar influenciado por la corte real donde su padre había ejercido el cargo de tesorero del rey. Tras algunas investigaciones el Papa le confirmó en el cargo como arzobispo el 26 de septiembre de 1143. Pero bajo el pontificado de Eugenio III, que provenía de la orden cisterciense fue suspendido de su cargo en 1147. Mientras que algunos de sus defensores se amotinaron llegando a quemar el monasterio, Guillermo se retiró como monje en la más estricta austeridad.
Años más tarde, en 1154, fue llamado por el Papa Anastasio IV nuevamente como arzobispo de York. Murió un mes más tarde. Fue canonizado por Honorio III el 18 de marzo de 1226.
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