Tema 13. Iniciación cristiana

UN EJEMPLO DE CATEQUESIS ANTIGUAS

CATEQUESIS DE SAN CIRILO DE JERUSALÉN

CATEQUESIS INTRODUCTORIAS

PROCATEQUESIS.

CATEQUESIS I: INVITACIÓN AL BAUTISMO

CATEQUESIS II: INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN

CATEQUESIS III: EL BAUTISMO

CATEQUESIS IV: LOS DIEZ DOGMAS

  1. DIOS
  2. CRISTO
  3. NACIMIENTO VIRGINAL
  4. CRUZ
  5. RESURRECCIÓN
  6. JUICIO VENIDERO
  7. ESPÍRITU SANTO
  8. ALMA
  9. CUERPO
  10. NUESTRA RESURRECCIÓN

CATEQUESIS SOBRE EL SÍMBOLO

CATEQUESIS V: LA FE

CATEQUESIS Vl: El SEÑORÍO DEL DIOS ÚNICO

CATEQUESIS VII: DIOS PADRE

CATEQUESIS VIII: OMNIPOTENCIA Y PROVIDENCIA DE DIOS

CATEQUESIS IX: DIOS CREADOR DE TODAS LAS COSAS

CATEQUESIS X: UN SOLO SEÑOR JESUCRISTO

CATEQUESIS XI: EL HIJO UNIGÉNITO DE DIOS

CATEQUESIS XII: LA ENCARNACIÓN DE CRISTO

CATEQUESIS XIII: CRISTO CRUCIFICADO Y SEPULTADO

CATEQUESIS XIV: RESURRECCIÓN Y ASCENSIÓN DE JESUCRISTO

CATEQUESIS XV: LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

CATEQUESIS XVI: EL ESPÍRITU SANTO (I)

CATEQUESIS XVII: EL ESPÍRITU SANTO (II)

CATEQUESIS XVIII: LA RESURRECCIÓN UNIVERSAL, LA IGLESIA CATÓLICA, LA VIDA ETERNA

CATEQUESIS MISTAGÓGICAS

Sobre el bautismo

CATEQUESIS XIX (MISTAGÓGICA I): EL SENTIDO DE LOS RITOS BAUTISMALES REALIZADOS (I)

CATEQUESIS XX (MISTAGÓGICA II): EL SENTIDO DE LOS RITOS BAUTISMALES REALIZADOS (II)

Sobre la confirmación

CATEQUESIS XXI (MISTAGÓGICA III): LA UNCIÓN CON EL CRISMA

Sobre la eucaristía

CATEQUESIS XXII (MISTAGÓGICA IV): EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR

CATEQUESIS XXIII (MISTAGÓGICA V): LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

ALGUNOS SÍMBOLOS MISTAGÓGICOS

  1. AGUA VIVA
  2. AGUA CALIENTE
  3. OCHO

La estrella, la cruz y Oriente

A Manu, quien me ha enseñado la importancia del oriente

La estrella de Cristo

La estrella que guía a los magos hacia el nacimiento de Cristo había sido profetizada en el antiguo testamento: era la estrella mesiánica. En la pared de la catacumba judía de Villa Torlonia, en Roma, junto a la imagen templo de Jerusalén hacia el que se dirigían los judíos para orar estaba la estrella. La estrella es el signo del Mesías, la señal de Cristo en el oriente: “Hemos visto salir su estrella en Oriente y venimos con regalos a adorar al Señor” (Antífona de comunión. Misa del día de Epifanía; cf. Mt 2, 2)

Un breve recorrido por textos de cuatro autores antiguos nos ayudará a conocer mejor la estrella mesiánica. El primero de ellos es Ignacio de Antioquía en su carta a los efesios:

Y quedó oculta al príncipe de este mundo la virginidad de María y el parto de ella. Asimismo, la muerte del Señor. Tres misterios clamorosos que tuvieron lugar en el silencio de Dios. ¿Cómo, pues, se manifestaron al mundo? Un astro brilló en el cielo por encima de todos los astros; y su luz era inefable. Su novedad produjo extrañeza y todos los demás astros, junto con el sol y la luna, hicieron coro al astro [nuevo]. Él, sin embargo, vencía con su luz a todos. Y había turbación, de dónde [podía nacer] la novedad desemejante a ellos. De ahí vino a deshacerse toda magia y a borrarse todo vínculo de malicia. Fue eliminada la ignorancia, y en manifestándose Dios humanamente para novedad de vida eterna, se deshizo el reino antiguo y tomaba comienzo lo que Dios había preparado. Por eso se conmovían todas las cosas porque se estaba tramando la abolición de la muerte.

Con la aparición del astro se están revelando los misterios, entre ellos la “muerte del Señor” y se está “tramando la abolición de la muerte”. Juan-José Ayán al comentar este texto hace notar que el sentido de la muerte es doble: por un lado la muerte física y por otro la muerte como príncipe de este mundo. Además, Ayán nos hace distinguir dos momentos de la victoria de Cristo: “a) Con su humanación va a llevar a la ruina el antiguo reino junto con todos los elementos que lo componían; b) la victoria se va a consumar en su segunda venida, cuando el mismo Thanatos sea disuelto”. Por tanto, en este texto vemos como el astro comienza la victoria sobre la muerte que será consumada con la resurrección y manifestada plenamente con la segunda venida. Precisamente, como ya comentaremos más adelante, la oración al este remite a la esperanza de esta venida y es una cruz gloriosa la que marcó la orientación de las primitivas iglesias.

El segundo es el autor de El testamento de Leví que aúna los textos de Mateo –hemos visto su estrella y venimos a adorarlo (Mt 2,2)– con el texto judío de la estrella mesiánica –avanza una estrella de Jacob, y surge un cetro de Israel (Nm 24, 17)–: Su estrella se levantará en el cielo, como la de un rey.

Justino, el tercer autor, recoge, además de las anteriores, otras referencias como la de Zac 6,12 según la versión de los LXX:

El mismo Moisés ha dado a entender que él debía elevarse como un astro por la raza de Abrahán. He aquí sus palabras: ‘Se elevará un astro de Jacob y un jefe de Israel’. Otra escritura dice: ‘He aquí un hombre: su nombre es oriente. También se levantará un astro en el cielo en el tiempo de su nacimiento, como está escrito en las Memorias de sus apóstoles, los magos de Arabia, reconocen el evento, acudieron y le adoraron.

Y a todas las anteriores, Justino une la referencia de Isaías cuando escribe:

Una estrella se levantará de Jacob y una flor brotará de la raíz de Jesé y las naciones esperarán en su brazo. Una estrella luminosa se ha levantado, una flor ha brotado sobre la raíz de Jesé, esto es Cristo.

En cuarto y último lugar, San Ireneo identifica la estrella mesiánica con la que vieron los magos cuando escribe:

Una estrella se levantará de Jacob y un jefe surgirá en Israel. Pues Mateo trae así las palabras de los Magos venidos de Oriente: Hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle.

Portada De la Iglesia de San Juan del Mercado en Benavente, Zamora (España)

El otro signo del cielo: la cruz gloriosa.

Al comentar el primer texto ya hacíamos referencia a la cruz gloriosa. Pero, ¿qué es esta cruz y qué significa? Lejos de tener un significado sacrificial, la cruz en los primeros momentos del cristianismo manifestaba la esperanza escatológica: Cristo volvería precedido o acompañado de esta señal. Recordemos lo que dice el evangelio de Mateo (24, 30): Entonces aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hom- bre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria; o el libro del Apocalipsis (1, 7): Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra.

Quizá los escritos extrabíblicos muestran de forma más nítida esta idea. Baste un texto apócrifo y otro patrístico. El Apocalípsis de Pedro pone en boca del Señor la descripción de su retorno:

Igual que al relámpago que aparece desde Oriente hasta Poniente, así vendré sobre las nubes del cielo,… en mi gloria, mientras que mi cruz irá delante de mi rostro.

San Cirilo, también muy explícito, enseña en los siguientes términos:

El trofeo salvador de Jesús, la cruz… aparecerá de nuevo con Jesús un día, viniendo del cielo. El trofeo del rey marchará delante de él para que, viniendo a aquél a quien tras- pasaron y reconociendo en su cruz a aquél a quien han cubierto de oprobios, los judíos, cuando se conviertan, estén en la tristeza,… mientras que nosotros nos glorificaremos, enorgulleciéndonos de la cruz. ¿Cuál será el signo de su Parusía, tal que la potencia enemiga no osa imitarlo? Entonces, se dijo, aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. El signo verdadero y propio de Cristo es la cruz. El signo de la cruz luminosa precede al rey.

La cruz y la estrella

Como hemos visto, la cruz y la estrella son símbolos de Cristo. Son símbolos luminosos y gloriosos de Cristo que lo preceden: la estrella anuncia su nacimiento y la cruz gloriosa precede su segunda venida. Contienen por tanto la esperanza de quienes oran mientras el Señor viene. Esta característica los ha hecho ser el indicador hacia donde hay que dirigir la oración: la estrella a menudo acompañaba la decoración de la sinagoga, mientras que la cruz gloriosa, dorada, entre vegetación del paraíso indicaba el oriente hacia donde los cristianos rezaban.

La Santa Misa desde el canto gregoriano 06 – Epifanía

El II domingo de Adviento hablábamos de la partícula ecce, término profético situado en multitud de cantos de aquel tiempo litúrgico. Hoy, solemnidad de la Epifanía, encontramos de nuevo y por última vez; de hecho, esta palabra aparece exactamente igual musicalizada que la primera del introito Veni et Ostende –scandicus de cuatro sonidos terminando en oriscus- que cantábamos el martes de las ferias privilegiadas. Con la misma musicalización, hablábamos aquel día de algo futuro –vendrá-; ahora, en cambio, hablamos ya de la presencia del Señor. El ecce del introito de Epifanía es el cumplimiento de un itinerario, de una profecía anunciada durante todo el Adviento.

El texto, tomado de Mal. 3, 1, dice: Ecce advenit Dominator Dominus: et regnum in manu ejus, et potestas, et imperium (Mirad cómo viene el Señor dominador: y en su mano están el reino, y la potestad, y el imperio). Compuesto en II modo y teniendo un ámbito pequeño –solo de quinta-, el canto destaca por la fuerza expresiva de varios términos, destacados mediante la notación de Saint Gall: dominator, regnum, potestas, imperium. Estas palabras aparecen unidas por la insistente conjunción et, cuya función expresiva la vemos no solo en este introito, sino en muchos otros cantos y oraciones de la Iglesia, como la comunión Lutum fecit y el Credo.

Respecto a otros cantos de la misa de este día, hacemos solo alguna consideración. El versículo del Alleluia y la antífona de comunión comparten texto (Mt. 2, 2): Vidimus stellam eius in Oriente, et venimus cum muneribus adorare Dominum (Hemos visto su estrella en el Oriente, y venimos con dones a adorar al Señor). Es común encontrar la misma referencia textual en diferentes cantos del propio de la misa, como vimos también el I domingo de Adviento, pero sobre esto hablaremos más detalladamente el I domingo de Cuaresma. El tema de la adoración, presente en estos cantos, se extiende en los siguientes domingos a la Epifanía, los primeros del tiempo ordinario.

Para terminar, y en relación al figuralismo existente en este repertorio, del que hablábamos en el comentario del IV domingo de Adviento, destacar algunos momentos del ofertorio (Sal. 71, 10. 11), cuyo texto dice: Reges Tharsis et insulae munera offerent: reges Arabum et Saba dona adducent: et adorabunt eum omnes reges terrae, omnes gentes servient ei (Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán dones: los reyes de Arabia y de Saba le traerán presentes; y lo adorarán todos los reyes de la tierra; todas las gentes lo servirán). Podemos hablar, en este caso, de figuralismos asociados a la geografía. En ocasiones se han querido relacionar los pasajes melismáticos que juegan con constantes ascensos y descensos melódicos sobre las palabras Arabum y Saba con la forma de las dunas de los desiertos de estos lugares. Además, el grupo de pulsaciones unisónicas sobre Tharsis potencia la idea de un lugar lejano.

Como apéndice a nuestro tema, y siendo una cuestión que se escapa de nuestro programa, e incluso de nuestros límites, dejamos aquí una reflexión. De la lectura de los textos del versículo aleluyático, la comunión, el ofertorio y otros pasajes bíblicos, surgen dos preguntas. En primer lugar, si los sabios vieron salir una estrella en el Oriente, ¿indica que la vieron desde Occidente? Y, finalmente, como remarca también el Papa Benedicto XVI, Tharsis –Tarsis o Tartesos- era un lugar situado en el sur de la península ibérica y que se extendía hasta el norte de África. ¿Procederían entonces los sabios del extremo occidental del mundo conocido? Benedicto XVI, en su libro La infancia de Jesús, expone estas hipótesis sobre el origen de los mal llamados Reyes Magos de Oriente.

Podemos escuchar el introito en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=_sdDb75Go1o, y el ofertorio en este otro: https://www.youtube.com/watch?v=TgbpiCYL3Pw

Traslación de las reliquias de Santiago

Hoy, 30 de diciembre, la iglesia compostelana celebra la memoria de la traslación de la reliquias de la apóstol Santiago desde Jaffa al sepulcro que dió origen a la catedral. También la memoria de Santiago Apóstol en el rito hispano mozárabe se celebra hoy.

HISTORIA DE LA TRASLACIÓN DE LAS RELIQUIAS DEL APÓSTOL SANTIAGO

TEXTO DE LA LITURGIA HISPANO-MOZÁRABE

EL MOSAICO DE LA BASÍLICA DE NOTRE DAME DE FOURVIERE


La Traslación del Apóstol Santiago (30/12/2015)
http://catedraldesantiago.es/

Santiago murió en Jerusalén, decapitado por orden del Rey Agripa I, y, aunque lo lógico era que hubiera sido enterrado allí, no quedó memoria alguna de su sepultura en aquella tierra.

Hacia el año 860 el martirologio de Floro de Lyón nos dice que sus restos fueron trasladados a España, en su extremo más occidental y que allí son venerados con una veneración celebérrima. Existe una serie de textos datados entre los siglos IX y X, que a todas luces son reflejo de otros más antiguos desaparecidos. Muchas de sus afirmaciones hallaron confirmación en los hallazgos arqueológicos y epigráficos habidos en los siglos XIX y XX.

Analizando detenidamente los relatos podemos reconstruir una narración de la Traslación que podría consistir en lo siguiente.

Una vez decapitado Santiago, su cadáver fue colgado en el Desierto de Judá, que empieza en las afueras de Jerusalén, para que fuese devorado por las aves carroñeras y los animales que abundan en aquellos parajes. Sus discípulos robaron el cuerpo, lo trasladaron a Joppe o Jafa (hoy barrio de Tel Aviv) y allí lo embalsamaron. Después se embarcaron en una de las muchas embarcaciones que cruzaban el Mediterráneo en los meses primaverales y veraniegos y, tras una feliz travesía que parecería guiada por la mano del Señor, llegaron al puerto de Iria, sito en el actual Pontecesures. La insistencia de las tradiciones en ligar su llegada al actual Padrón nos indica que cambiaron de embarcación para poder navegar por el Sar.

Una vez aquí, sorprendentemente, se dirigieron a la señora o reyezuela llamada Lupa o Atia a quien pidieron permiso y un lugar para sepultura de su maestro. Ella los remitió al Prefecto romano que estaba en Dugium (Duyo). Este, quizás pensando que los discípulos eran autores de un crimen con sus maestros, los encarceló. Manos angélicas les liberaron de la prisión. Los que les perseguían en su huida perecieron al desplomarse un puente cuando lo cruzaban.

Lupa, aunque admirada, no cedió, sino que pensó en deshacerse de ellos. Fingió aceptar y les mandó a buscar un carro y bueyes para el tiro al Monte Ilicinio (Pico Sacro). Lo que allí había eran toros bravos. Estos se dejaron uncir mansamente al carro.

Lupa o Atia se hizo bautizar y compartió con el Apóstol su propio sepulcro. Siete de los discípulos regresaron a Jerusalén y dos, Atanasio y Teodoro, quedaron cuidando la tumba y a la comunidad cristiana surgida en aquel lugar. Fueron los primeros obispos de Santiago. Cuando murieron fueron sepultados a ambos lados de su maestro. Más tarde, este lugar fue incorporado a la nacida diócesis de Iria.

El sepulcro fue cuidado, probablemente escondido con acceso restringido, pero suministrando reliquias a otras iglesias hasta el siglo VIII, fecha en que el lugar se desertiza y se pierde su memoria por 100 años. Fue la época de la invasión musulmana.

Hacia el año 829 el Obispo de Iria, Teodomiro, juzgó llegado el momento de buscar la tumba perdida. La encuentra; llama al Rey Alfonso II que, pese a que el hallazgo rompía sus planes sobre Oviedo, se convence de que el hallazgo es auténtico y apoya la construcción de un Santuario y un monasterio. El Obispo de Iria traslada su residencia al Lugar de San Jacobo y 30 años después Floro testifica que su sepulcro era celebérrimo

Tradición

El primer texto que habla de la traslación de los restos del Apóstol es una epístola que se atribuye a León, obispo de Jerusalén y se dirige a francos, vándalos, visigodos y ostrogodos y por tanto se puede situar en torno al año 500. Se habla de 4 puntos geográficos de importancia:

1. Iria-Padrón, sede episcopa

2. Monte Sacro o Illicin

3. Jerusalén, lugar de la muerte de Santiago

4. Arcis Marmoricis, lugar del sepulcro.

Cuenta el obispo León en dicha epístola que durante la celebración de un sínodo se le presentaron 4 de los 7 discípulos de Santiago. Habían recogido el cadáver del Apóstol y lo habían transportado en una nave guiada por la mano de Dios. Llegaron a la confluencia del Ulla y Sar, en Galicia.

En la última frase de la carta, León exhorta a la Cristiandad a acudir allí y orar porque «Ciertamente allí yace oculto Santiago’. Las noticias de la epístola de León pasaron en seguida a los martirologios que circulaban por todo Occidente. En el S. IX, en las anotaciones correspondientes al 25 de julio se lee el párrafo siguiente: «Natividad de Santiago. Sus sagrados huesos, trasladados a España y sepultados en sus regiones occidentales, son objeto de una celebérrima veneración».

Posteriormente, siendo rey de Asturias Alfonso II el Casto y emperador de Occidente, Carlomagno, ocurrió lo siguiente: un ermitaño llamado Pelagio o Pelayo, vio una estrella posada en el bosque Libredón. Se lo comunicó al obispo Teodomiro, obispo de Iria Flavia. Fueron allí y descubrieron en la espesura la antigua capilla.

Alfonso II viajó con su corte al lugar, convirtiéndose así en el primer peregrino de la Historia. Mandó edificar una pequeña iglesia. La noticia se propagó rápidamente. Santiago, tan invocado en el S. VIII, se manifestaba al fin con la revelación de su sepulcro.

Tomado de un texto de Juan José Cebrián, canónigo de la Catedral de Santiago fallecido en 2009.

Tomado el 30.12.2020; 13:27h


Texto de la liturgia hispano-mozárabe

La liturgia hispano mozárabe contempla hoy el natalicio del apóstol Santiago tal como expresa la oración Post Nómina: «Recibe, buen Jesús, nuestras ofrendas en el día del natalicio de tu apóstol Santiago». Como es normal en la liturgia hispano mozárabe, dado que las oraciones son más narrativas que en el rito romano, se nos muestran diferentes aspectos de la vida de la apóstol Santiago. Además de la sabiduría y la doctrina del apóstol hace dos referencias a su vida:

  1. El episodio vocacional de la llamada de Jesús cuando Santiago estaba en la Barca queda reflejado en la hermosísima Oratio Admonitionis que luego continúa en el Post Sanctus:
    «Oigamos, amadísimos hermanos, a Jesús, que nos llama hacia él, como llamó al bienaventurado apóstol Santiago, cuando en la nave reparaba sus redes», «dejando a su padre Zebedeo, de tal manera lo siguió, que amándole íntimamente, fue elegido en vida, puro en su conciencia, íntegro en su doctrina».
  2. La actitud del Apóstol en el momento de la decapitación queda expresada en el Post Pridie: «con alegría, entregó su cuello al martirio».
    Efectivamente, como reza el Post Sanctus, el martirio es la confesión de quien se sabe ya redimido por la sangre de Cristo y no le importa derramar la suya: «al final de su vida, de tal manera probó su fe con las obras, que fue decapitado a causa de Aquel de quien sabía que había dado su vida por él mismo y por todos los hombres, Cristo, Señor y Redentor eterno».
    Los acontecimientos en torno al hecho mismo del martirio se encuentran narrados en la Illatio: «Santiago, el elegido, cuando era llevado al martirio sanó al paralítico que le suplicaba; y por este milagro, de tal manera convirtió el corazón de su verdugo, que instruido con los sacramentos de la fe, lo hizo llegar a la gloria del martirio. Y así, por la confesión en la fe de tu Hijo, fue decapitado, llegando en plena paz a Aquel por quien padeció el martirio. Porque él es tu unigénito Hijo, que dio su vida por la redención de muchos».

EL MOSAICO DE LA BASÍLICA DE NOTRE DAME DE FOURVIERE

En la cripta de la Basilica de Notre Dame de Fourviere, en Lyon, existe un mosaico que recoge el camino de Santiago junto a los episodios más impostantes de la vida del Apóstol.

Imagen de: http://www.mosaique-larissa.com/

Arbol de Navidad y Ramo leonés. Simbología común

Muchos piensan en el árbol de navidad como el sucedáneo aconfesional del Belén: se equivocan. El árbol de Navidad tienen un origen y simbología profundamente cristiana enraizada en la evangelización del norte de Alemania por San Bonifacio de Fulda (672-755). El ramo leonés, por su parte, es una tradición precristiana que fue introducida en la tradición de la navidad cristiana de algunas zonas hispanas y que comparte simbología con el árbol de Navidad.

A. El árbol de Navidad (P. Manuel González López-Corps).

B. La simbología común con el ramo leonés.


A. El árbol de Navidad (P. Manuel González López-Corps).

En un artículo de hace algunos años, el presbítero Manuel González López-Corps, explicaba el sentido del árbol de Navidad. Dejamos un fragmento con la posibilidad de leerlo entero.

El Árbol del Paraíso
Manuel González López-Corps, pbro.

«La tradición resalta el carácter específicamente religioso del árbol vinculado a la evangelización del Norte de Europa. San Bonifacio, el apóstol de Alemania, en el trabajo misionero realizado en Hessen, se atrevió a talar, en el año 724, el famoso roble de Geismar, lugar de culto druida, donde se habían practicado sacrificios
humanos para que la sangre renovase la vida del bosque… La catequesis que se siguió era sencilla y de fácil comprensión para aquellos hombres medievales que vivían al compás de los ritmos de la naturaleza:

  • en medio de los árboles muertos por la pérdida de la hoja,
    el abeto verde aparece como signo de Cristo, el Viviente (Ap
    1,18).
  • la sangre que nos da la vida no es la derramada en cada
    invierno sino el único sacrificio de Cristo ofrecido por muchos
    y una vez para siempre (cf Heb 10,8.12).
  • en ese árbol lleno de luz se reconoce a Aquel que es luz
    del mundo ( Jn 8,12); el que con su nacimiento nos conduce a
    Dios que habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16).

En los antiguos calendarios litúrgicos encontramos que el 24 de diciembre se celebra la memoria de todos los patriarcas, profetas y justos “desde Adán hasta José, el esposo de María”… En este último día del Adviento, en torno al s. XII, se representaba de manera catequética toda la historia bíblica de la salvación comenzando con el episodio del árbol del Paraíso: eran los Misterios de la salvación.
En los atrios de las iglesias o, a veces, en su interior se escenificaba la historia de la creación de Adán y Eva, la caída por el pecado y la expulsión del paraíso. Estos autos teatrales en las vísperas de la Navidad concluían con la promesa de la venida del Salvador y su Encarnación en María (cf. Gn 3, 15). Estas actuaciones giraban en
torno a un árbol decorado con manzanas, evocación del pecado, o en su defecto con bolas rojas, signo de la Redención del que cargó con nuestros pecados en el árbol de la cruz… El árbol colmado de manzanas se refería a Cristo que cargando con nuestros pecados (1 Ped 2, 24) hizo que el de la Cruz se convirtiese en árbol de vida para los que creen en Él (cf. Jn 3,15.16).
Por otra parte, la decoración de las ramas de los árboles con luces era costumbre en la cultura escandinava y germánica en el solsticio de invierno, cuando los días comienzan a crecer… Con el mismo gesto, los cristianos confesaban al Dios que brilla en la tiniebla reconocido por los pueblos por el esplendor de su luz (cf. Is 9,1; 42,16 Jn 6, 16ss Ap 21,23-4). Por ello, también prendían luces hasta la Noche santa
del nacimiento de Cristo, la luz verdadera (cf. Jn 1, 9): los creyentes e hijos de la luz (Ef 5, 8), vigilantes con las lámparas encendidas (cf. Lc 12, 35), reciben a Cristo que llega en Navidad como luz que brilla en las tinieblas ( Jn 1,5) y Sol que nace de lo alto (Lc 1,79). Parece que ambas tradiciones, el adorno con manzanas y el encendido de las velas, se fusionaron a partir del siglo XVI…
Tenemos documentado que en Estrasburgo (Alsacia), a partir de 1605 se extiende la costumbre de colgar rosas, regalos y chucherías en el pino que adorna las casas. Los dulces eran elaborados con leche y miel evocando la Tierra prometida o Paraíso (cf. Ex 3,8) al que el árbol de la Vida -símbolo de Jesucristo- daba acceso (cf. Ap 22,14). En no pocos lugares tales dulces se sustituían con eulogias, pan bendecido, que recordaban la Eucaristía (cf. Jn 6,51)».


B. La simbología común con el ramo leonés.

Un artículo de Nicolás Bartolomé Pérez y Emilio Gancedo en el diario de León nos muestra cuál es el origen y evolución del ramo:

«Verardo García Rey nos ofreció en 1934, en su obra Vocabulario del Bierzo, una de las primeras descripciones de este tipo de ramos vegetales explicando que se trataba de una rama de encina, generalmente adornada de flores, rosquillas y tortas, que llevaba un mozo a la iglesia la noche de Navidad o el día de la fiesta del patrón para celebrar la tradicional fiesta del ramo. En esta celebración participaban mozos portando cayados con vejigas hinchadas, y mozas y niñas llevando velas, colocados todos en filas y recitando cánticos alusivos a la fiesta, villancicos y diálogos o dichos comentando sucesos diversos del pueblo; la ceremonia se ofrecía a la Virgen y al niño Jesús en el altar de la iglesia, zona donde discurría la parte sustancial de la celebración. Los ramos fueron originalmente una rama vegetal a la que posteriormente se le sumaron adornos tales como cintas, velas, rosquillas o frutas, añadidos que con el tiempo adquirieron protagonismo desapareciendo el ramo vegetal para ser sustituido por un soporte de madera de formas muy diversas que se cubre y adorna con las ofrendas, quedando del ramo solo el nombre».

Introducidos desde el culto precristiano a la religiosidad popular navideña y de otras fiestas a través de estos autos y ofrendas populares, el ramo dejó de ser ramo para constituirse en un armazón triangular de madera (quizá por imitación de los tenebrarios de las iglesias) que apunta al cielo recordando la simbología que ya hemos visto en el árbol de navidad. También los frutos con que se adorna o el pan dulce pueden tener la misma simbología: los frutos del árbol de la vida y los pecados con que nosotros cargamos el árbol de la cruz. Las doce velas, como las doce estrellas del Apocalipsis que coronan el ramo simbolizan los doce días de Navidad o los doce meses del año.

La Santa Misa desde el canto gregoriano 05 – Natividad de Jesús.

En la misa de día de Navidad escuchamos el que sin duda es el canto más famoso del repertorio gregoriano: Puer natus est nobis. Sin embargo, antes de hablar de este introito, hemos de referirnos a las misas de medianoche y el alba, pues desde al menos el siglo VI la Iglesia conoce estas tres celebraciones el día de Navidad. El Papa celebraba la misa de medionoche en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, la del alba en la iglesia de Santa Anastasia, a camino entre la anterior y la basílica de San Pedro, y la del día en esta última.

El canto de entrada de la primera misa, tomado de Ps. 2, 7, dice: Dominus dixit ad me: Filius meus es tu, ego hodie genuite (El Señor me dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy). Es el propio Mesías el que dice estas palabras; palabras las que hay una que cobra una gran importancia. No es una palabra larga, ni un sustantivo ni una acción. La palabra más importante es meus. No se trata del hijo de cualquiera, sino del hijo de Dios, mediante el cuál se encarna. El anónimo compositor de este canto debió expresar esta palabra de una manera especial;  así se transmitió y así los amanuenses lo dejaron notado. Todo el canto, un canto en modo II, de carácter íntimo y ámbito melódico pequeño, se interpreta de manera fluida a juzgar por el significado de los neumas, escritos en su grafía simple. En cambio, está grafía simple se abandona en la palabra meus, en la que los notadores de Saint Gall y de Laon escribieron dos neumas, un pes primero y una clivis después, de valor alargado.

Nada tiene que ver con el carácter intimista de este introito el de la misa del día, cuyo texto, tomado de Is. 9, 6, dice: Puer natus est nobis, et filius datus est nobis: cuis imperium super humerum eius: et vocabitur nomen eius, magni consilii Angelus (Un niño nos ha nacido, y un hijo se nos ha dado: sobre su espalda está su dominio: y será llamado ángel del gran consejo).

El introito se abre de manera exuberante, con toda fuerza. Un pes alargado nos pone de ya manifiesto la importancia de la primera palabra: puer. Atendiendo de nuevo a la notación, hay dos momentos en la primera frase que cobran una relevancia especial: puer, con el pes alargado y en un salto de quinta al que nos acabamos de referir, y datus, con un alargamiento del primer elemento del neuma de tres sonidos que acompaña a la primera sílaba de esta palabra. Puer y datus. La notación evidencia la gran noticia de la encarnación del Hijo de Dios, anunciada en un contexto muy diferente al del introito de la misa de medianoche. Durante todos los cantos de las misas de Navidad, de los días posteriores, e incluso de la Epifanía, podemos apreciar bien auditivamente o bien visualmente (sobre la partitura) numerosas pulsaciones unisónicas, sonidos repetidos de manera muy ligera, que enfatizan el misterio celebrado en este día y lo hacen resonar durante los siguientes.

Podemos escuchar estos dos cantos en: https://www.youtube.com/watch?v=wVcbEQayEGg (Dominus dixit ad me) y https://www.youtube.com/watch?v=iUjo01vIBEs (Puer natus est nobis).

Bendición del Belén navideño

CAPITULO XXXVIII
BENDICIÓN DEL BELÉN NAVIDEÑO

1243. Es laudable la costumbre de instalar en las casas y las iglesias un ‘belén’ o ‘nacimiento’, que recuerda y ayuda a vivir el misterio de la Navidad.
1244. Para dar más sentido religioso para significar su inauguración puede hacerse un rito de bendición, qué significa el comienzo de la solemnes fiestas navideñas. Este rito es introductorio de los misterios que se celebran en la liturgia.
1245. Si se trata de un ‘belén’ colocado en la iglesia, la bendición puede hacerse antes o después de alguna de las celebraciones con que comienzan las fiestas de Navidad (al final de las Vísperas o al final de la misa de la noche). También puede hacerse la bendición como una celebración independiente en la tarde del 24 de diciembre.

I. Bendición del belén familiar

II. Bendición del belén de una iglesia
A. Rito de la bendición fuera de la misa o de las I Vísperas de Navidad
B. Rito de la bendición dentro de la misa o de las I Vísperas de Navidad

I. Bendición de un belén familiar

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

1246. Reunida la familia, el padre o la madre de la misma dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

El que dirige la celebración puede decir:
Alabemos y demos gracias al señor, que tanto amó al mundo que entregó a su hijo.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.

1247. Luego, el que dirige la celebración dispone los presentes para la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Durante estos días contemplaremos asiduamente en nuestro hogar este pesebre y meditaremos el gran amor del Hijo de Dios, que ha querido habitar con nosotros. Pidamos, pues, a Dios que el pesebre colocado en nuestro hogar avive en nosotros la fe cristiana y nos ayude a celebrar más intensamente estas fiestas de Navidad.

1248. Uno de los miembros de la familia lee un texto de la Sagrada Escritura.

María dio a luz a su hijo primogénito Lc 2, 4-7a

Escuchad ahora, hermanos, las palabras del Santo Evangelio según San Lucas.

En aquellos días, José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama a Belén, es Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre.

Palabra del Señor.

1249. Después de la lectura, según las circunstancias, puede cantarse un canto adecuado.

Preces

1250. Sigue la plegaria común:

En este momento en que nos hemos reunido toda la familia para iniciar las fiestas de Navidad, dirijamos nuestra oración a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana; digámosle:

R/. Por tu nacimiento, señor, protege a esta familia.

Oh, Cristo, por el misterio de tu sumisión a María y a José enséñanos el respeto y la obediencia a quienes dirigen esta familia. R/.
Tú que amaste y fuiste amado por tus padres, afianza nuestra familia en el amor y la concordia. R/.
Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que nuestra familia dios sea honoríficado. R/.
Tú que has dado parte de tu gloria a María y a José, admite a nuestro familiares que otros años celebraban las fiestas de Navidad con nosotros en tu familia eterna. R/.

Oración de bendición

1251. Luego el ministro, con las manos justas, dice:
Señor Dios, Padre nuestro,
que tanto amaste al mundo
que nos entregaste a tu Hijo único
nacido de María la Virgen,
dígnate bendecir + este nacimiento
y a la comunidad cristiana que está aquí presente,
para que las imágenes de este belén
ayuden a profundizar en la fe
a los adultos y a los niños.
Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.


R/. Amén.

O bien:
Oh, Dios, Padre Nuestro,
que tanto más al mundo
que nos has entregado a tu único Hijo Jesús,
nacido de la Virgen María,
para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti,
te pedimos que con tu bendición +
estas imágenes del nacimiento,
nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría
y a ver a Cristo presente
en todos los que necesitan nuestro amor.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús,
tu Hijo amado,
que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Conclusión del rito

1252. El que dirige la celebración concluye el rito santiguándose y diciendo:
Cristo, el Señor,
que se ha aparecido en la tierra
y el querido convivir con los hombres,
nos bendiga y nos guarde en su amor.

R/. Amén.

© Conferencia Episcopal Española.

Mu00e1s sobre el Bendicional

Bendición de las familias y sus miembros

CAPITULO IBENDICIÓN DE LAS FAMILIAS Y SUS MIEMBROS 40. La Iglesia, en su actuación pastoral, ha tenido siempre en gran aprecio la comunidad de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador e instituida por Cristo, el Señor, como un sacramento del Nuevo Testamento, así como un estado y orden de vida, a semejanza…

Las oraciones de las misas de Navidad

Dormíd entre las pajas,
que aunque frías las veis,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.
Las que para abrigaros
tan blandas hoy se ven,
serán mañana espinas
en corona cruel.

Félix Lope de Vega
(1562-1635)

TEXTONAC.HOYLUZPAZSGR. INTER.ALEGRÍAGLORIA
NAVIDAD
Vigilia
Ant. Entr.
XX
ColectaX
Ofrendas
Ant. Com.X
Com. X
Medianoche
Ant. Entr.
XXXX
ColectaXX
Ofrendas X
Ant. Com.XX
Com.XX
Aurora
Ant. Entr.
XXXX
ColectaXX
OfrendasX
Ant. Com. X
Com. XX
Día
Ant. Entr.
X
ColectaX
Ofrendas
Ant. Com.
Com. XX
MISA DE LA VIGILIA

Antífona de entrada          Cf. Éx 16, 6-7
Hoy sabréis que el Señor vendrá y nos salvará, y mañana veréis la gloria del Señor.

Oración colecta
OH, Dios, que cada año nos alegras
con la esperanza de nuestra redención,
concede a quienes acogemos gozosos
a tu Unigénito, Jesucristo Señor nuestro, como Redentor
poder contemplarle sin temor cuando venga también como Juez.
Él, que vive y reina contigo.

Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Señor, iniciar con fervor
la celebración de esta solemnidad
del mismo modo que manifiestas en ella
el comienzo de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       Cf. Is 40, 5
Se revelará la gloria del Señor, y todos los hombres juntos verán la salvación de nuestro Dios.

Oración después de la comunión
AL conmemorar el nacimiento de tu Hijo Unigénito
concédenos, Señor, ser fortalecidos
por el sacramento celestial que hemos comido y bebido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

MISA DE MEDIANOCHE

Antífona de entrada          Cf. Sal 2, 7
El Señor me ha dicho: «Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy».

O bien:

Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz verdadera sobre nosotros.

Oración colecta
OH, Dios, que has hecho resplandecer esta noche santísima
con el resplandor de la luz verdadera,
concédenos gozar también en el cielo
a quienes hemos experimentado este misterio de luz en la tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor, la ofrenda de la fiesta que hoy celebramos
para que, por este sagrado intercambio,
seamos semejantes a aquel
en quien nuestra naturaleza está unida a la tuya.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Jn 1, 14
El Verbo se hizo carne y hemos contemplado su gloria.

Oración después de la comunión
A cuantos celebramos alegres
el nacimiento de nuestro Redentor,
concédenos, Señor Dios nuestro,
llegar así a la perfecta comunión con él mediante una vida santa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

MISA DE LA AURORA

Antífona de entrada          Cf. Is 9, 1. 5; Lc 1, 33
Hoy brillará una luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor; y es admirable su nombre: Dios, Príncipe de la paz, Padre perpetuo; y su reino no tendrá fin.

Oración colecta
CONCEDE, Dios todopoderoso,
a los que vivimos inmersos
en la nueva luz de tu Verbo hecho carne,
que lo que brilla por la fe en nuestro espíritu
resplandezca en nuestras obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
SEÑOR, te pedimos que estas ofrendas sean dignas
del misterio de esta Navidad que estamos celebrando,
para que, del mismo modo que resplandece como Dios
el engendrado como hombre,
estos dones terrenos nos comuniquen la vida divina.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       Cf. Zac 9, 9
Salta de gozo, hija de Sion; canta, hija de Jerusalén; mira que viene tu rey, santo y salvador del mundo.

Oración después de la comunión
CONCEDE, Señor, a quienes hemos celebrado
el nacimiento de tu Hijo con devoción gozosa,
conocer con plenitud de fe la profundidad de este misterio
y amarlo con la más ardiente caridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

MISA DEL DÍA

Antífona de entrada          Cf. Is 9, 5
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva a hombros el principado, y es su nombre: Ángel del gran consejo.

Oración colecta
OH, Dios,
que estableciste admirablemente la dignidad del hombre
y la restauraste de modo aún más admirable,
concédenos compartir la divinidad de aquel
que se dignó participar de la condición humana.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor, la ofrenda de este día solemne
en el que se manifestó
el sacrificio perfecto de nuestra reconciliación
y comenzó para nosotros la plenitud del culto divino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Sal 97, 3
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.

Oración después de la comunión
DIOS misericordioso,
hoy que nos ha nacido el Salvador del mundo
para comunicarnos la vida divina,
te pedimos que nos hagas igualmente partícipes
del don de su inmortalidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

La Santa Misa desde el canto gregoriano 04 – IV Domingo de Adviento.

Antes de hablar de este día, conviene hacer referencia a las témporas de Adviento. Las témporas se celebraban al comienzo de cada estación del ciclo anual los miércoles, viernes y sábados. Eran días consagrados a la plegaria en los que se daba gracias a Dios por todas sus gracias y se le pedía concediera buenas siembras y cosechas. Las témporas de Adviento se celebraban la semana posterior al III domingo de este tiempo litúrgico.

El domingo IV de Adviento se conocía como el domingo vacío, el que faltaba, pues el sábado de témporas concluía con una larga vigilia que finalizaba al alba con la misa. El introito de la Misa de hoy, que se cantaba el miércoles de témporas de Adviento, no ocupaba esa posición de manera casual (nada en la Iglesia, y con ello en el gregoriano, es casual). El texto (Is. 45, 8) dice: Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum: aperiatur terra, et germinet salvatorem (“Enviad, cielos, rocío desde lo alto; y que las nuevas lluevan al justo: que se abra la tierra y brote el salvador”). Esta alusión a la tierra ya la escuchábamos en la comunión del I domingo de Adviento (Sal. 84, 13): Dominus dabit benignitatem: et terra nostra dabit fructum suum (“El Señor nos dará su benignidad, y la tierra dará su fruto”). La tierra dará su fruto, decíamos entonces. Que se abra la tierra y brote el salvador, decimos ahora. La relación entre ambos textos es clara. En este miércoles de témporas de Adviento en que se pedía a Dios concediera al pueblo buenas cosechas; el fruto que germina de ella no es otro que el Mesías.

Este introito suele ponerse de ejemplo siempre que se habla de figuralismo en el repertorio gregoriano. Vemos dos momentos en los que la melodía refleja claramente el texto. Cuando el texto hace referencia al cielo, a las alturas, la melodía sube hasta llegar a su punto culminante. Al contrario, cuando se dice que se abra la tierra, la melodía desciende al grave.

La misa de hoy tiene un fuerte carácter mariano, destacado en los cantos del ofertorio y la comunión. Ésta, que de nuevo se abre con el término profético Ecce, está tomada de nuevo de Isaías (Is. 7, 14): Ecce virgo concipiet, et pariet filium: et vocabitur Emmanuel (“He aquí que una Virgen concebirá, y dará a luz un Hijo, y su nombre será Enmanuel”). El ofertorio, uno de los más bellos y queridos por los amantes del canto gregoriano, y que originalmente se cantaba el día de la Anunciación, toma dos pasajes del Evangelio de Lucas, el de la Anunciación y el de la Visitación (Lc. 1, 28.42): Ave Maria gratia plena: Dominus tecum: benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui (Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres”).

Podemos escuchar el introito en: https://www.youtube.com/watch?v=M5W3Q-x3FGo

Y el ofertorio en: https://www.youtube.com/watch?v=vSNi49zoCLg