La Santa Misa desde el canto gregoriano 04 – IV Domingo de Adviento.

Antes de hablar de este día, conviene hacer referencia a las témporas de Adviento. Las témporas se celebraban al comienzo de cada estación del ciclo anual los miércoles, viernes y sábados. Eran días consagrados a la plegaria en los que se daba gracias a Dios por todas sus gracias y se le pedía concediera buenas siembras y cosechas. Las témporas de Adviento se celebraban la semana posterior al III domingo de este tiempo litúrgico.

El domingo IV de Adviento se conocía como el domingo vacío, el que faltaba, pues el sábado de témporas concluía con una larga vigilia que finalizaba al alba con la misa. El introito de la Misa de hoy, que se cantaba el miércoles de témporas de Adviento, no ocupaba esa posición de manera casual (nada en la Iglesia, y con ello en el gregoriano, es casual). El texto (Is. 45, 8) dice: Rorate caeli desuper, et nubes pluant justum: aperiatur terra, et germinet salvatorem (“Enviad, cielos, rocío desde lo alto; y que las nuevas lluevan al justo: que se abra la tierra y brote el salvador”). Esta alusión a la tierra ya la escuchábamos en la comunión del I domingo de Adviento (Sal. 84, 13): Dominus dabit benignitatem: et terra nostra dabit fructum suum (“El Señor nos dará su benignidad, y la tierra dará su fruto”). La tierra dará su fruto, decíamos entonces. Que se abra la tierra y brote el salvador, decimos ahora. La relación entre ambos textos es clara. En este miércoles de témporas de Adviento en que se pedía a Dios concediera al pueblo buenas cosechas; el fruto que germina de ella no es otro que el Mesías.

Este introito suele ponerse de ejemplo siempre que se habla de figuralismo en el repertorio gregoriano. Vemos dos momentos en los que la melodía refleja claramente el texto. Cuando el texto hace referencia al cielo, a las alturas, la melodía sube hasta llegar a su punto culminante. Al contrario, cuando se dice que se abra la tierra, la melodía desciende al grave.

La misa de hoy tiene un fuerte carácter mariano, destacado en los cantos del ofertorio y la comunión. Ésta, que de nuevo se abre con el término profético Ecce, está tomada de nuevo de Isaías (Is. 7, 14): Ecce virgo concipiet, et pariet filium: et vocabitur Emmanuel (“He aquí que una Virgen concebirá, y dará a luz un Hijo, y su nombre será Enmanuel”). El ofertorio, uno de los más bellos y queridos por los amantes del canto gregoriano, y que originalmente se cantaba el día de la Anunciación, toma dos pasajes del Evangelio de Lucas, el de la Anunciación y el de la Visitación (Lc. 1, 28.42): Ave Maria gratia plena: Dominus tecum: benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui (Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres”).

Podemos escuchar el introito en: https://www.youtube.com/watch?v=M5W3Q-x3FGo

Y el ofertorio en: https://www.youtube.com/watch?v=vSNi49zoCLg

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