Muchos piensan en el árbol de navidad como el sucedáneo aconfesional del Belén: se equivocan. El árbol de Navidad tienen un origen y simbología profundamente cristiana enraizada en la evangelización del norte de Alemania por San Bonifacio de Fulda (672-755). El ramo leonés, por su parte, es una tradición precristiana que fue introducida en la tradición de la navidad cristiana de algunas zonas hispanas y que comparte simbología con el árbol de Navidad.
A. El árbol de Navidad (P. Manuel González López-Corps).
B. La simbología común con el ramo leonés.
A. El árbol de Navidad (P. Manuel González López-Corps).
En un artículo de hace algunos años, el presbítero Manuel González López-Corps, explicaba el sentido del árbol de Navidad. Dejamos un fragmento con la posibilidad de leerlo entero.
El Árbol del Paraíso
Manuel González López-Corps, pbro.
«La tradición resalta el carácter específicamente religioso del árbol vinculado a la evangelización del Norte de Europa. San Bonifacio, el apóstol de Alemania, en el trabajo misionero realizado en Hessen, se atrevió a talar, en el año 724, el famoso roble de Geismar, lugar de culto druida, donde se habían practicado sacrificios
humanos para que la sangre renovase la vida del bosque… La catequesis que se siguió era sencilla y de fácil comprensión para aquellos hombres medievales que vivían al compás de los ritmos de la naturaleza:
- en medio de los árboles muertos por la pérdida de la hoja,
el abeto verde aparece como signo de Cristo, el Viviente (Ap
1,18). - la sangre que nos da la vida no es la derramada en cada
invierno sino el único sacrificio de Cristo ofrecido por muchos
y una vez para siempre (cf Heb 10,8.12). - en ese árbol lleno de luz se reconoce a Aquel que es luz
del mundo ( Jn 8,12); el que con su nacimiento nos conduce a
Dios que habita en una luz inaccesible (1 Tim 6,16).
En los antiguos calendarios litúrgicos encontramos que el 24 de diciembre se celebra la memoria de todos los patriarcas, profetas y justos “desde Adán hasta José, el esposo de María”… En este último día del Adviento, en torno al s. XII, se representaba de manera catequética toda la historia bíblica de la salvación comenzando con el episodio del árbol del Paraíso: eran los Misterios de la salvación.
En los atrios de las iglesias o, a veces, en su interior se escenificaba la historia de la creación de Adán y Eva, la caída por el pecado y la expulsión del paraíso. Estos autos teatrales en las vísperas de la Navidad concluían con la promesa de la venida del Salvador y su Encarnación en María (cf. Gn 3, 15). Estas actuaciones giraban en
torno a un árbol decorado con manzanas, evocación del pecado, o en su defecto con bolas rojas, signo de la Redención del que cargó con nuestros pecados en el árbol de la cruz… El árbol colmado de manzanas se refería a Cristo que cargando con nuestros pecados (1 Ped 2, 24) hizo que el de la Cruz se convirtiese en árbol de vida para los que creen en Él (cf. Jn 3,15.16).
Por otra parte, la decoración de las ramas de los árboles con luces era costumbre en la cultura escandinava y germánica en el solsticio de invierno, cuando los días comienzan a crecer… Con el mismo gesto, los cristianos confesaban al Dios que brilla en la tiniebla reconocido por los pueblos por el esplendor de su luz (cf. Is 9,1; 42,16 Jn 6, 16ss Ap 21,23-4). Por ello, también prendían luces hasta la Noche santa
del nacimiento de Cristo, la luz verdadera (cf. Jn 1, 9): los creyentes e hijos de la luz (Ef 5, 8), vigilantes con las lámparas encendidas (cf. Lc 12, 35), reciben a Cristo que llega en Navidad como luz que brilla en las tinieblas ( Jn 1,5) y Sol que nace de lo alto (Lc 1,79). Parece que ambas tradiciones, el adorno con manzanas y el encendido de las velas, se fusionaron a partir del siglo XVI…
Tenemos documentado que en Estrasburgo (Alsacia), a partir de 1605 se extiende la costumbre de colgar rosas, regalos y chucherías en el pino que adorna las casas. Los dulces eran elaborados con leche y miel evocando la Tierra prometida o Paraíso (cf. Ex 3,8) al que el árbol de la Vida -símbolo de Jesucristo- daba acceso (cf. Ap 22,14). En no pocos lugares tales dulces se sustituían con eulogias, pan bendecido, que recordaban la Eucaristía (cf. Jn 6,51)».
B. La simbología común con el ramo leonés.
Un artículo de Nicolás Bartolomé Pérez y Emilio Gancedo en el diario de León nos muestra cuál es el origen y evolución del ramo:
«Verardo García Rey nos ofreció en 1934, en su obra Vocabulario del Bierzo, una de las primeras descripciones de este tipo de ramos vegetales explicando que se trataba de una rama de encina, generalmente adornada de flores, rosquillas y tortas, que llevaba un mozo a la iglesia la noche de Navidad o el día de la fiesta del patrón para celebrar la tradicional fiesta del ramo. En esta celebración participaban mozos portando cayados con vejigas hinchadas, y mozas y niñas llevando velas, colocados todos en filas y recitando cánticos alusivos a la fiesta, villancicos y diálogos o dichos comentando sucesos diversos del pueblo; la ceremonia se ofrecía a la Virgen y al niño Jesús en el altar de la iglesia, zona donde discurría la parte sustancial de la celebración. Los ramos fueron originalmente una rama vegetal a la que posteriormente se le sumaron adornos tales como cintas, velas, rosquillas o frutas, añadidos que con el tiempo adquirieron protagonismo desapareciendo el ramo vegetal para ser sustituido por un soporte de madera de formas muy diversas que se cubre y adorna con las ofrendas, quedando del ramo solo el nombre».
Introducidos desde el culto precristiano a la religiosidad popular navideña y de otras fiestas a través de estos autos y ofrendas populares, el ramo dejó de ser ramo para constituirse en un armazón triangular de madera (quizá por imitación de los tenebrarios de las iglesias) que apunta al cielo recordando la simbología que ya hemos visto en el árbol de navidad. También los frutos con que se adorna o el pan dulce pueden tener la misma simbología: los frutos del árbol de la vida y los pecados con que nosotros cargamos el árbol de la cruz. Las doce velas, como las doce estrellas del Apocalipsis que coronan el ramo simbolizan los doce días de Navidad o los doce meses del año.