San Clemente de Alejandría, El Pedagogo (JES)

“Doble es la sangre del Señor: pues una es carnal, con la cual fuimos redimidos de la muerte; otra espiritual, con la cual fuimos ungidos. Y beber la Sangre de Jesús es esto: ser hecho partícipe de la incorrupción del Señor. Pues la fuerza del Verbo es el Espíritu, como la sangre lo es de la carne. Así como el vino se mezcla con el agua, así el Espíritu con el hombre. La mezcla [de vino y agua], es un convite para la fe… quienes son participes por la fe son santificados en cuerpo y alma”.

— San Clemente de Alejandría, El Pedagogo,

San Clemente de Alejandría

Orígenes, Sobre el éxodo (JES)

“Conocéis vosotros, los que soléis asistir a los divinos misterios, como cuando recibís el cuerpo del Señor, lo guardáis con toda cautela y veneración, para que no se caiga ni un poco de él, ni desaparezca algo del don consagrado. Pues os creéis reos, y rectamente por cierto, si se pierde algo de él por negligencia. Y, si empleáis, y con razón, tanta cautela para conservar su cuerpo, ¿cómo juzgáis cosa menos impía haber descuidado su palabra que su cuerpo?”.

— Orígenes, Sobre el Éxodo, Homilía 13,3.

Orígenes

San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos (JES)

“No siento placer por la comida corruptible ni por los deleites de esta vida. El pan de Dios quiero, que es la carne de Jesucristo, el del linaje de David; y por bebida quiero la sangre, de él, el cuel es caridad incorrumtible”.

— San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos

San Ignacio de Antioquía

San Leandro

San Leandro de Sevilla, obispo y padre de la unidad en la Hispania visigodaHoy, 13 de noviembre, la Iglesia en España celebra la memoria litúrgica de San Leandro, obispo de Sevilla, una de las figuras más luminosas del siglo VI y patrono principal de la diócesis de Huelva.Nacido probablemente en Cartagena hacia el año 534,…

San Ignacio de Antioquía, Carta a los Filadelfios (JES)

“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno solo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbiterio y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo lo hagáis seguán Dios”.

— San Ignacio de Antioquía, Carta a los Filadelfios

San Ignacio de Antioquía

Las escuelas del periodo visigótico

Adolfo Ivorra, Liturgia Hispano-Mozárabe, Barcelona 2017, 28-34. 

1. Escuela bracarense. 
De la escuela bracarense da testimonio el intercambio epistolar entre el Papa Virgilio y el obispo suevo Profuturo de Braga en el año 538. Habría que añadir también los concilios bracarenses.

2. Escuela tarraconense.
Sobre la escuela tarraconense, G. Ramis comenta: ‘hasta el siglo VII no tenemos prueba documental de la existencia de esta escuela: es la correspondencia de San Eugenio, obispo de Toledo (646-657) con el obispo Protasio de Tarragona sobre unos textos de Hipólito’. Como en la escuela habrá carencias, aquí también es necesario acceder a las fuentes canónicas: ‘los concilios de Tarragona, Gerona y Barcelona (siglo VI) que tratan de cuestiones litúrgicas, pueden traducirse como prueba de la existencia y actividad de esta escuela’.

3. Escuela toledana.
La escuela toledana está centrada en tres arzobispos: los santos Eugenio, Ildefonso y Julián, cuyos pontificados abarcan los años 646-690. Al primero se le atribuye la composición de oraciones para el oficio, la misa del jueves santo ‘per títulos’ y una misa Pascual. A San Ildefonso, además de la producción ecológica, hay que atribuirle producción musical. La obra de San Julián es sobre todo una obra de recopilación de textos litúrgicos.

4. Escuela hispalense.
Su actividad gira en torno a dos personalidades: Leandro e Isidoro de Sevilla.
Del primero se subraya su labor en el concilio III de Toledo (año 589) y sus relaciones con el Oriente cristiano, porque alguna influencia debieron de ejercer en la liturgia hispánica. El mismo San Isidoro le atribuye la composición de cantos y colectas sálmicas. 
San Isidoro de Sevilla merece una mención aparte. No es para menos: de la misma manera que el rito de Milán se le conoce día de hoy como rito ambrosiano por la figura central de San Ambrosio, durante buena parte de la edad media al rito hispano se le denominó en ocasiones como liturgia isidoriana. 

20 Misterios de Cristo

Ciclo de Conferencias en la Parroquia Santa María de la Merced (PP. Mercedarios Descalzos) de Las Rozas sobre los misterios del Santo Rosario.

El matrimonio de María y José contado por Juan Pablo II

Juan Pablo II, Exhortación Apostólica ‘Redemptoris Custos’

I. EL MARCO EVANGÉLICO
El matrimonio con María
2. «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1, 20-21).

En estas palabras se halla el núcleo central de la verdad bíblica sobre san José, el momento de su existencia al que se refieren particularmente los Padres de la Iglesia.

El Evangelista Mateo explica el significado de este momento, delineando también como José lo ha vivido. Sin embargo, para comprender plenamente el contenido y el contexto, es importante tener presente el texto paralelo del Evangelio de Lucas. En efecto, en relación con el versículo que dice: «La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1, 18), el origen de la gestación de María «por obra del Espíritu Santo» encuentra una descripción más amplia y explícita en el versículo que se lee en Lucas sobre la anunciación del nacimiento de Jesús: «Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María» (Lc 1, 26-27). Las palabras del ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28), provocaron una turbación interior en María y, a la vez, le llevaron a la reflexión. Entonces el mensajero tranquiliza a la Virgen y, al mismo tiempo, le revela el designio especial de Dios referente a ella misma: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1, 30-32).

El evangelista había afirmado poco antes que, en el momento de la anunciación, María estaba «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David». La naturaleza de este «desposorio» es explicada indirectamente, cuando María, después de haber escuchado lo que el mensajero había dicho sobre el nacimiento del hijo, pregunta: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» (Lc 1, 34). Entonces le llega esta respuesta: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35). María, si bien ya estaba «desposada» con José, permanecerá virgen, porque el niño, concebido en su seno desde la anunciación, había sido concebido por obra del Espíritu Santo.

En este punto el texto de Lucas coincide con el de Mateo 1, 18 y sirve para explicar lo que en él se lee. Si María, después del desposorio con José, se halló «encinta por obra del Espíritu Santo», este hecho corresponde a todo el contenido de la anunciación y, de modo particular, a las últimas palabras pronunciadas por María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Respondiendo al claro designio de Dios, María con el paso de los días y de las semanas se manifiesta ante la gente y ante José «encinta», como aquella que debe dar a luz y lleva consigo el misterio de la maternidad.

3. A la vista de esto «su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto» (Mt 1, 19), pues no sabía cómo comportarse ante la «sorprendente» maternidad de María. Ciertamente buscaba una respuesta a la inquietante pregunta, pero, sobre todo, buscaba una salida a aquella situación tan difícil para él. Por tanto, cuando «reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados»» (Mt 1, 20-21).

Existe una profunda analogía entre la «anunciación» del texto de Mateo y la del texto de Lucas. El mensajero divino introduce a José en el misterio de la maternidad de María. La que según la ley es su «esposa», permaneciendo virgen, se ha convertido en madre por obra del Espíritu Santo. Y cuando el Hijo, llevado en el seno por María, venga al mundo, recibirá el nombre de Jesús. Era éste un nombre conocido entre los israelitas y, a veces, se ponía a los hijos. En este caso, sin embargo, se trata del Hijo que, según la promesa divina, cumplirá plenamente el significado de este nombre: Jesús-Yehošua’, que significa, Dios salva.

El mensajero se dirige a José como al «esposo de María», aquel que, a su debido tiempo, tendrá que imponer ese nombre al Hijo que nacerá de la Virgen de Nazaret, desposada con él. El mensajero se dirige, por tanto, a José confiándole la tarea de un padre terreno respecto al Hijo de María.

«Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24). El la tomó en todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero.

Beata Ana de San Bartolomé.

El 7 de junio celebramos a la Beata Ana de San Bartolomé compañera inseparable, discípula privilegiada, secretaria y consejera, amiga y confidente de la Gran Santa Teresa de Jesús.

El 1 de octubre de 1549 nace Ana, hija de Hernán García y María Manzanas, sexta de los siete hijos de éste matrimonio (3 chicos y 4 chicas).

Al morir sus padres, los hermanos se hicieron cargo del sostenimiento de la hacienda con el trabajo de cada uno hasta tomar estado. Ana se encargó de guardar las ovejas. Y así iba creciendo hasta que llegó la edad de buscarle marido. Sus hermanos lo tenían dispuesto pero ella desistió en todo momento, su proyecto de hacerse monja lo asumió con tal firmeza que nadie podía disuadirla.

Llegó de párroco a El Almendral un sacerdote que había servido de capellán en uno de los conventos de Ávila y fue quien le recomendó el monasterio de san José, recién fundado por la Madre Teresa. Ana fue a visitarlas y ambas partes quedaron gratamente satisfechas. Como la Santa no estaba en esos días, le dijeron que regresara a su pueblo y ya le avisarían para entrar. Al cabo de un tiempo y superada la oposición de sus hermanos, entró en el monasterio de San José el 2 de diciembre de 1570 con el nombre de Ana de s. Bartolomé.

Recibió el hábito para hermana lega o de velo blanco, la primera que se recibía para ese estado. A los dos años, el 15 de agosto de 1572 hizo la profesión y ese mismo día recibió una merced del Señor: visión de Cristo crucificado, que le hará crecer en amor de Dios y deseo de salvación de las almas. Ana desempeñaba todas sus tareas con sencillez, generosidad y gran capacidad de servicio; de ahí que la Santa la elija para ser su enfermera personal y también, del convento: “Sea priora de ellas (las enfermas) y no me pida licencia; délas lo que viere han menester”. (Autobiografía A 5, 1).

Ana se convertirá no sólo en enfermera sino en la compañera, amiga y confidente de la Santa en las fundaciones de los últimos años de su vida y hasta el mismo momento de su muerte que como todos sabemos, aconteció el 4 de octubre de 1582. Después de la muerte de la Santa, Ana tendrá una idea que constituirá el fundamento de toda su vida: transmitir el espíritu de Teresa y su obra. Ana de s. Bartolomé es una de las seis monjas que reciben la misión de implantar el Carmelo teresiano en Francia. El 18 de octubre de 1604 fundarán en París el primer Carmelo. Las seis fundadoras fueron: Ana de Jesús, Beatriz de la Concepción, Isabel de los Ángeles de Salamanca; Leonor de s. Bernardo de Loeches; Isabel de s. Pablo de Burgos y Ana de s. Bartolomé de Ávila.


San Roberto de Newminster

Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159.

Estudió en la Universidad de París, donde se dice que compuso un comentario a los Salmos; se hizo cura de Gargrave y luego benedictino en Whitby, desde donde se unió, con el permiso del abad, a los fundadores del monasterio cisterciense de Fountains.

Alrededor de 1138, encabezó la primer colonia mandada desde Fountains y estableció la abadía de Newminster, cerca del castillo de Ralph de Merlay, en Morpeth (Northumberland). En el tiempo que fue abad, se mandaron tres colonias de monjes y se fundaron monasterios: Pipewell (1143), Roche (1147) y Sawley (1148).

La vida de Capgrave nos dice que sus propios monjes lo acusaron de mala conducta y que viajó al extranjero (1147-48) para defenderse ante san Bernardo; mas se duda de la veracidad de esta historia, que pudo haber surgido de un deseo de asociar personalmente al santo inglés con el máximo de los cistercienses.

Su tumba en la iglesia de Newminster se convirtió en objeto de peregrinaje.

Fuente: https://profesorjuanra.blogspot.com/2013/06/roberto-de-newminster-santo.html

Cómo yo

Artículo para el periódico en el Domingo V de Pascua (2025). Ligeramente ampliado del que se publicó en papel.

La oración de Juan Pablo II por Europa

UN DÍA COMO HOY…

… el 2 de junio de 1985, aquel año la fiesta de la Trinidad, el Papa Juan Pablo II firmaba la Carta encíclica ‘Slavorum apostoli’ con ocasión de la obra evangelizadora de los santos Cirilo y Metodio después de once siglos.

Además de -como es evidente- hacer una reflexión histórica y teológica de los Santos Cirilo y Metodio, la encíclica contiene un testimonio personal de Juan Pablo II por quienes evangelizaron por primer sus tierra natal: Todos pueden comprender con qué profundo gozo desea participar en esta celebración el primer hijo de la estirpe eslava, llamado, después de casi dos milenios, a ocupar la sede episcopal de San Pedro en esta ciudad de Roma (n. 28). La encíclica concluye con la siguiente oración, a modo de consagración, a la Santísima Trinidad.

Oh Dios grande, uno en la Trinidad, yo te entrego el legado de la fe de las naciones eslavas: conserva y bendice esta obra tuya.

Recuerda, Padre todopoderoso, el momento en el que, según tu voluntad, llegó a estos pueblos y naciones la « plenitud de los tiempos » y los santos misioneros de Salónica cumplieron el mandato que tu Hijo Jesucristo había dirigido a sus Apóstoles; siguiendo sus huellas y las de sus sucesores llevaron a las tierras habitadas por los eslavos la luz del Evangelio, la Buena Nueva de la salvación y ante ellos dieron testimonio de

— que Tú eres Creador del hombre, que eres Padre y que en Ti todos los hombres somos hermanos;
— que por medio de tu Hijo, Palabra eterna, has dado la existencia a todas las cosas y has llamado a los hombres a participar de tu vida que no tiene fin;
— que has amado tanto al mundo que le has entregado como don a tu Hijo unigénito, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la Virgen María y se hizo hombre;
— que, finalmente, enviaste al Espíritu de poder y de consuelo para que todo hombre, redimido por Cristo, pudiese recibir en él la dignidad de hijo y llegar a ser coheredero de las indefectibles promesas hechas por Ti a la humanidad.

Tu plan creador, oh Padre, culminado en la Redención, implica al hombre viviente y abarca toda su vida y la historia de los pueblos.

Escucha, oh Padre, lo que hoy te implora toda la Iglesia y haz que los hombres y las naciones que, gracias a la misión apostólica de los santos hermanos de Salónica, te conocieron y te recibieron a Ti, Dios verdadero, y mediante el Bautismo entraron en la comunidad de tus hijos, puedan seguir todavía acogiendo, sin obstáculos, con entusiasmo y confianza este programa evangélico, realizando todas sus posibilidades humanas sobre el fundamento de sus enseñanzas.

— Que puedan seguir ellos, conforme a su propia conciencia, la voz de tu llamada a lo largo del camino que les fue indicado por primera vez hace once siglos.
— Que el hecho de pertenecer al Reino de tu Hijo jamás sea considerado por nadie en contraste con el bien de su patria terrena.
— Que en la vida privada y en la vida pública puedan darte la alabanza debida.
— Que puedan vivir en la verdad, en la caridad, en la justicia y en el gozo de la paz mesiánica que llega a los corazones humanos, a las comunidades, a la tierra y al mundo entero.
— Que, conscientes de su dignidad de hombres y de hijos de Dios, puedan tener la fuerza para superar todo odio y para vencer el mal con el bien.

Y concede también a toda Europa, oh Trinidad Santísima, por intercesión de los dos santos hermanos, que sienta cada vez más la exigencia de la unidad religioso-cristiana y la comunión fraterna de todos sus pueblos, de tal manera que, superada la incomprensión y la desconfianza recíprocas, y vencidos los conflictos ideológicos por la común conciencia de la verdad, pueda ser para el mundo entero un ejemplo de convivencia justa y pacífica en el respeto mutuo y en la inviolable libertad.

31. A Ti, pues, Dios Padre todopoderoso, Dios Hijo que has redimido al mundo, Dios Espíritu Santo que eres fundamento y maestro de toda santidad, deseo encomendarte la Iglesia entera de ayer, de hoy y de mañana; la Iglesia que está en Europa y que está extendida por toda la tierra. En tus manos pongo esta riqueza singular compuesta de tantos dones diversos, antiguos y nuevos que forman el tesoro común de tantos hijos diversos.

Toda la Iglesia te da gracias a Ti, que llamaste a las naciones eslavas a la comunión de la fe por la herencia y por la contribución dada al patrimonio universal. Te da gracias por esto, de modo particular, el Papa de origen eslavo. Que esta contribución no cese jamás de enriquecer a la Iglesia,
al continente europeo y al mundo entero. Que no se debilite en Europa y en el mundo de hoy. Que no falte en la conciencia de nuestros contemporáneos. Deseamos acoger íntegramente todo aquello que, de original y válido, las naciones eslavas han dado y siguen dando al patrimonio espiritual de la Iglesia y de la humanidad. Toda la Iglesia, consciente de su riqueza común, profesa su solidaridad espiritual con ellos y reafirma su propia responsabilidad hacia el Evangelio, por la obra de salvación que es llamada a realizar también hoy en todo el mundo, hasta los confines de la tierra. Es indispensable remontarse al pasado para comprender, bajo su luz, la realidad actual y vislumbrar el mañana. La misión de la Iglesia, en efecto, está siempre orientada y encaminada con indefectible esperanza hacia el futuro.

32. ¡El futuro! Por más que pueda aparecer humanamente grávido de amenazas e incertidumbres, lo ponemos con confianza en tus manos, Padre celestial, invocando la intercesión de la Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia; y también la de tus Apóstoles Pedro y Pablo y la de los santos Benito, Cirilo y Metodio, la de Agustín y Bonifacio, y la de todos los evangelizadores de Europa, los cuales, fuertes en la fe, en la esperanza y en la caridad, anunciaron a nuestros padres tu salvación y tu paz; y con los trabajos de su siembra espiritual comenzaron la construcción de la civilización del amor, el nuevo orden basado en tu santa ley y en el auxilio de tu gracia, que al final de los tiempos vivificará todo y a todos en la Jerusalén celestial. Amén.


La Pentecostés

Se presentan las diapositivas y el video de la charla de formación en la Cuaresma 2025 en la parroquia Santa María de la Merced (PP. Mercedarios Descalzos) de las Rozas (Madrid).

Miércoles, 2 de junio

ECOS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Ev. Mt 28

PREPARAMOS EL CORPUS CHRISTI

Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención.
Oración colecta

2 DE JUNIO

Recordamos que el 2 de junio de 1537, el Papa Paulo III publica la bula Sublimis Deus defendiendo la libertad de los indigenas; y en 1985 Juan Pablo II escribe una encíclica sobre la importancia de los Santos Cirilo y Metodio y su obra evanglizadora.

MIÉRCOLES DE SAN JOSÉ
PARA LA AGENDA

CURSO DE LITURGIA
El Sacramento del Matrimonio

Miércoles, 2 de junio de 2021; 21.00h
https://meet.google.com/vta-yanj-doe