“Doble es la sangre del Señor: pues una es carnal, con la cual fuimos redimidos de la muerte; otra espiritual, con la cual fuimos ungidos. Y beber la Sangre de Jesús es esto: ser hecho partícipe de la incorrupción del Señor. Pues la fuerza del Verbo es el Espíritu, como la sangre lo es de la carne. Así como el vino se mezcla con el agua, así el Espíritu con el hombre. La mezcla [de vino y agua], es un convite para la fe… quienes son participes por la fe son santificados en cuerpo y alma”.
— San Clemente de Alejandría, El Pedagogo,
