Homilía de la misa en rito hispano-mozárabe. Iglesia de San Cipriano (Zamora). 30 de abril de 2021
Querido Padre y Obispo, D. Fernando.
Agradezco la confianza que ha depositado en mí al encargarme esta tarea.
Se hace extraño tener que presidir y predicar con el obispo delante.
Queridos hermanos sacerdotes.
Queridos hijos.
Luz y Paz.
En el contexto del año jubilar ‘Raíces con esperanza’, estamos inaugurando una serie de celebraciones en el venerable rito hispano-mozárabe. El universo simbólico del rito quiere llevarnos de la tierra al cielo anticipando la segunda venida del Señor y nuestra participación en el altar del cielo.
La conocida miniatura de la Ascensión del Señor del Antifonario visigótico de León, muestra a Cristo vestido con una túnica roja para penetrar en el santuario del cielo. Como dice la carta a los Hebreos: “Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros; Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos”. Precisamente, de rojo intenso, de escarlata es la túnica de quien en nombre de Cristo va a penetrar hasta el altar del santuario para ofrecer el sacrificio por nuestros pecados, porque como dice el profeta Isaías: “Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana”.
El canto del sacrificium durante la preparación de las ofrendas nos permite unirnos a ellas y ser ofrecidos junto con el pan y el vino. Quedamos unidos a ellas por el canto y por el incienso, símbolo de Cristo, la víctima de suave olor.
Vamos a correr la misma suerte que las ofrendas:
- Nos cubrirá la Pasión y muerte del Señor significada en el velo de lino. El lino, que ha tenido que ser golpeado y desgarrado, es símbolo de la Pasión del Señor.
- En la retirada del velo tras orar por los difuntos abriremos nuestros ojos a la contemplación del misterio: el pan y el vino se transforman -se transubstancian- en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y nosotros al comerlo nos transformamos -nos transubstanciamos- en la Iglesia de Cristo.
- “Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos”, y continúa la carta a los Hebreos: “La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan”. Si el sacerdote entra al santuario cargando con los pecados, sale de él cargando con la salvación para el pueblo: el pan eucarístico. No es baladí la expresión con la que el sacerdote invita al fiel a recibir la comunión: El Cuerpo de Cristo sea tu salvación y La Sangre de Cristo permanezca contigo como verdadera redención.
Vamos a vivir esto. Vivámoslo de forma existencial. Veamos su Pasión y Resurrección en los signos. Todo lo que vamos a vivir es sacramental: una realidad visible que nos manifiesta otra invisible.
Antes de dejar paso al ritmo de la celebración no puedo dejar de dar las gracias a mis hermanos de la fraternidad sacerdotal San Isidoro – Gothia y especialmente al P. Manuel González, también al P. Mariano que seguro que está disfrutando de la liturgia desde la comunión de los santos.
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Felicidades por presentar esta liturgia hispana y resaltar elementos muy significativos de ella. Y en un espacio maravilloso como es el templo de san Cipriano. Y por citar a Gothia y sus creadores. Felicidades P. Santiago.
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Enhorabuena, P Santiago. Nos unimos a tu oración con agradecimiento por esta iniciativa.
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