LA INMACULADA REINA DEL CIELO
Una de las devociones marianas más extendida en España es la Inmaculada Concepción de la Virgen María que celebramos el 8 de diciembre: La doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano 1. La Concepción de la Virgen María tiene su eco natural en su nacimiento que la Iglesia celebra nueve meses después, el 8 de septiembre.
La definición dogmática que realizó Pío IX de la Inmaculada Concepción de María el 8 de diciembre de 1854 sería secundada por una definición semejante de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos por Pío XII en 1950. Tal como este último escribió ambos dogmas -y por extensión sus fiestas- están íntimamente relacionadas: Estos dos privilegios están, en efecto, estrechamente unidos entre sí. Cristo, con su muerte, venció la muerte y el pecado; y sobre el uno y sobre la otra reporta también la victoria en virtud de Cristo todo aquel que ha sido regenerado sobrenaturalmente por el bautismo. Pero por ley general, Dios no quiere conceder a los justos el pleno efecto de esta victoria sobre la muerte, sino cuando haya llegado el fin de los tiempos. Por eso, también los cuerpos de los justos se disuelven después de la muerte, y sólo en el último día volverá a unirse cada uno con su propia alma gloriosa. Pero de esta ley general quiso Dios que fuera exenta la bienaventurada Virgen María. Ella, por privilegio del todo singular, venció al pecado con su concepción inmaculada; por eso no estuvo sujeta a la ley de permanecer en la corrupción del sepulcro ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo2.
La Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos, por tanto, sería una consecuencia de su Inmaculada Concepción; y, a la vez, es la premisa para la celebración de Santa María reina: la fiesta del 22 de agosto -octava del 15 de agosto- celebra la Asunción de la Beatísima Virgen María al Cielo, donde, presente en alma y en cuerpo, reina entre los coros de los Ángeles y de los Santos, a una con su unigénito Hijo3.
EL ARCA DEL REY
La solemnidad de la Asunción de María de la que estamos celebrando la octava en este día de Santa María Reina, tiene dos misas: misa de la vigilia y misa del día. Las lecturas de estas dos celebraciones van en paralelo: los evangelios narran alabanzas a María por parte de una mujer del pueblo y de Isabel en la visitación; las segundas son textos paulinos que hablan sobre la muerte, la incorrupción y la resurrección; y la primera, que puede parecernos inconexa, habla sobre el arca de Dios. En la misa de la vigilia el Arca de la Alianza es introducida en la tienda que el rey David construyó; mientras que en la misa del día, del libro del Apocalipsis, es un arca la que aparece en el santuario del cielo. Decía que pueden parecernos inconexas porque habitualmente nos fijamos en el resto de la lectura del Apocalipsis que continua con la visión de la mujer vestida de sol que fácilmente identificamos con María. El arca del santuario y la mujer están relacionadas: María es la mujer vestida de sol que es el arca de la nueva y eterna alianza, porque contuvo a Cristo en su seno.
Las palabras de San Juan Damasceno sobre es misterio de María y la referencia de Benedicto XVI a ellas son de una belleza que invita a la oración:
San Juan Damasceno refiriéndose a este misterio en una famosa homilía afirma: «Hoy la santa y única Virgen es llevada al templo celestial… Hoy el arca sagrada y animada por el Dios vivo, (el arca) que llevó en su seno a su propio Artífice, descansa en el templo del Señor, no construido por mano de hombre» (Homilía II sobre la Dormición, 2: PG 96, 723); y prosigue: «Era preciso que aquella que había acogido en su seno al Logos divino, se trasladara a los tabernáculos de su Hijo… Era preciso que la Esposa que el Padre se había elegido habitara en la estancia nupcial del cielo» (ib., 14: PG 96, 742).
Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta criatura suya: la eligió como verdadera «arca de la alianza», como Aquella que sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en comunión con Dios y conocer la realidad del cielo4.
EL ARCA Y EL ENEMIGO
El Arca de la Alianza, lugar de la presencia de Dios, guiaba a Israel por el desierto protegiéndolo de sus enemigos: Cuando partía el arca, decía Moisés: «Levántate, Yahveh, que tus enemigos se dispersen, huyan delante de ti los que te odian» (Num 10, 35). Ciertamente en el ejemplo de los filisteos podemos comprender el gran temor de los enemigos al Arca del Dios de Israel: Cuando el arca de Yahveh llegó al campamento, todos los israelitas lanzaron un gran clamor que hizo retumbar las tierras. Los filisteos oyeron el estruendo del clamoreo y dijeron: «¿Qué significa este gran clamor en el campamento de los hebreos?» Y se enteraron de que el arca de Yahveh había llegado al campamento. Temieron entonces los filisteos, porque se decían: «Dios ha venido al campamento.» Y exclamaron: «¡Ay de nosotros! Nunca había sucedido tal cosa. ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? ¡Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas en el desierto! (1 Sam 4, 5-8).
María, el Arca de la Nueva Alianza, también es guía del pueblo porque en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor5; a la vez, María es temor del enemigo, porque como dice la lectura del génesis usada en la fiesta de la Inmaculada, la mujer pisará la cabeza de la serpiente cuando intente herirla en el talón (cf. ). Si el enemigo venció a una mujer, ahora es por una mujer por la que Dios vence al enemigo, tal como dice San Juan Crisóstomo:
Pues Cristo venció al diablo valiéndose de aquello mismo con que el diablo había vencido antes, y lo derrotó con las mismas armas que él había antes utilizado. Escucha de qué modo
Una virgen, un madero y la muerte fueron el signo de nuestra derrota. Eva era virgen, porque aún no había conocido varón; el madero era un árbol; la muerte, el castigo de Adán. Mas he aquí que, de nuevo, una Virgen, un madero y la muerte, antes signo de derrota, se convierten ahora en signo de victoria. En lugar de Eva está María, en lugar del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol de la cruz; en lugar de la muerte de Adán, la muerte de Cristo.
¿Te das cuenta de cómo el diablo es vencido en aquello mismo en que antes había triunfado? En un árbol el diablo hizo caer a Adán; en un árbol derrotó Cristo al diablo. Aquel árbol hacia descender a la región de los muertos; éste, en cambio, hace volver de este lugar a los que a él habían descendido. Otro árbol ocultó la desnudez del hombre, después de su caída; éste, en cambio, mostró a todos, elevado en alto, al vencedor, también desnudo. Aquella primera muerte condenó a todos los que habían de nacer después de ella; esta segunda muerte resucitó incluso a los nacidos anteriormente a ella. ¿Quién podrá contar las hazañas de Dios? Una muerte se ha convertido en causa de nuestra inmortalidad: éstas son las obras esclarecidas de la cruz6.
María, estandarte de victoria contra el enemigo, Arca de la Nueva Alianza, consuelo del pueblo peregrino, Reina del cielo: Ruega por nosotros.
La relación entre la Asunción (o Domición de María) y la coronación como reina y señora de todo lo creado queda patente en cantidad de obras de arte. Aquí una selección de la que destacamos la imagen que hemos usado en la introducción de esta reflexión: se trata de un detalle del pórtico de la Majestad de la Colegiata de Toro. Debajo de la coronación de María encontramos la Dormición de María y a los ángeles llevándola al cielo: Domición, Asunción y Coronación.





1 Pío IX, Bula ‘Ineffabilis Deus‘, 18.
2 Pío XII, Constitución Apostólica ‘Munifentissimus Deus’, 4-5.
3 Pío XII, Encíclica ‘Ad Caeli Reginam’, 2.
4 Benedicto XVI, Homilía 15 de agosto de 2011.
5 Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 68.
6 San Juan Crisóstomo, Catequesis sobre el cementerio y la cruz, 2.
Un comentario en “Santa María Reina y el ciclo litúrgico de la Virgen Inmaculada”