Al hermano Pablo de María, amigo cisterciense
El 20 de agosto de 1153, en el monasterio cisterciense de Clavaral, muere Bernardo, fundador del monasterio, impulsor de la orden cisterciense, místico, predicador de la segunda cruzada, canonizado por Alejandro III en 1174 y declarado Doctor de la Iglesia en 1830 por Pío VIII.
Nació en 1091 en Fonaines-lès-Dijon, en Borgoña. De familia bien situada pues su padre era vasallo del Duque de Borgoña fue enviado a estudiar con los canónigos regulares de Saint-Vorles. Ingresa en 1112 en el monasterio de Cîteaux, fundado tan solo catorce años antes por Roberto de Molesmes, pretendiendo una renovación de la regla benedictina. Solamente tres años después, el abad Esteban le encarga la fundación de un nuevo monasterio en Claraval. Comienza desde aquí un vida dedicada a la expansión del Císter fundando numerosos monasterios, entablando correspondencias con personajes importantes de la época, además de ocuparse de la defensa de la fe contra los cátaros y contra las teorías del docente parisino Pedro Abelardo.
LA DEVOCIÓN MARIANA DE BERNARDO DE CLARAVAL
La fiesta de San Bernardo dentro de la octava de la Virgen de agosto (15-22 de agosto) nos ayuda a no olvidar la profunda devoción a la Virgen que profesó San Bernardo. Excluyendo alguna carta, su primer escrito, Missus est, versa sobre la anunciación a María que la sitúa como la estrella del mar que conduce a Cristo. El Papa Benedicto XVI recogió esta devoción de San Bernardo en una de sus catequesis de los miércoles:
Benedicto XVI, Audiencia general del 21 de octubre de 2009
En otro célebre Sermón en el domingo dentro de la octava de la Asunción, el santo abad describe en términos apasionados la íntima participación de María en el sacrificio redentor de su Hijo. «¡Oh santa Madre —exclama—, verdaderamente una espada ha traspasado tu alma!… Hasta tal punto la violencia del dolor ha traspasado tu alma, que con razón te podemos llamar más que mártir, porque en ti la participación en la pasión del Hijo superó con mucho en intensidad los sufrimientos físicos del martirio» (14: PL 183, 437-438). San Bernardo no tiene dudas: «per Mariam ad Iesum«, a través de María somos llevados a Jesús. Él atestigua con claridad la subordinación de María a Jesús, según los fundamentos de la mariología tradicional. Pero el cuerpo del Sermón documenta también el lugar privilegiado de la Virgen en la economía de la salvación, dada su particularísima participación como Madre (compassio) en el sacrificio del Hijo. Por eso, un siglo y medio después de la muerte de san Bernardo, Dante Alighieri, en el último canto de la Divina Comedia, pondrá en los labios del Doctor melifluo la sublime oración a María: «Virgen Madre, hija de tu Hijo, / humilde y elevada más que cualquier criatura / término fijo de eterno consejo, …» (Paraíso 33, vv. 1 ss).
SAN BERNARDO Y EL CORAZÓN DE JESÚS

A pesar de que la devoción al corazón de Jesús no se formalizaría hasta siglos más tarde, San Bernardo escribe sobre los secretos del corazón de Jesús en una de las más bellas frases de la historia de esta devoción. Como curiosidad, el Beato Bernardo de Hoyos (1711-1735), vidente del corazón de Jesús, lleva el nombre del santo del día de su bautismo: San Bernardo de Claraval.
San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares
El secreto de su corazón se está viendo por las aberturas de su cuerpo. ¿Qué dificultad hay en que se muestren las entrañas de Dios a través de las llagas? Porque nada hay, Señor, que haga ver que eres suave, manso y de mucha misericordia como estas heridas.