UN DÍA COMO HOY…
… el 10 de agosto de 258 es martirizado San Lorenzo. Uno de los siete diáconos de Roma oriundo de la provincia romana Tarraconense.
Tan solo unos días después del martirio del Papa Sixto II, San Lorenzo es llamado por las autoridades para entregar las riquezas que poseía la Iglesia. Entonces mando llamar a todos los cojos, lisiados, mendigos, ciegos, huérfanos y viudas de Roma a quienes presentó a las autoridades como el verdadero tesoro de la Iglesia. Su osadía le valió ser martirizado siendo quemado en una parrilla.
EL CÁLIZ DEL SEÑOR EN HUESCA
Según el escrito de Donato que narra la vida de San Lorenzo, el Papa Sixto II le había encargado guardar a salvo el cáliz de la última cena pascual del Señor. San Lorenzo, junto con otras reliquias, se lo habría entregado a un amigo hispano con el encargo de hacérselo llegar a su familia en Huesca. Este cáliz tras diversos avatares de la historia puede que sea el que venera en la catedral de Valencia y que los Papas San Juan Pablo II y Benedicto XVI usaron en sus visitas a la ciudad del Túria.
SAN LORENZO EN EL RITO MOZÁRABE
Prácticamente en la totalidad de los calendarios de los documentos que nos han llegado existe el 10 de agosto la fiesta de San Lorenzo que se celebra junto con el Papa Sixto II: «Sixto, ejerciendo su oficio recoja y te ofrezca nuestros dones; Lorenzo, ejerciendo también su ministerio, nos alcance los remedios que pedimos. Aprendamos de aquél lo que él mismo hizo: colocar por ti su cabeza en el tajo; aprendamos de éste a no dejarnos sofocar por las llamas del mundo. Por aquél gocemos de la madurez de juicio propia de los ancianos; por éste, ocupando nuestros puestos en la lucha vigorosa de las liviandades. Así Sixto podrá ofrecernos para ser santificados en tu altar y seremos dignos de recibir de manos de Lorenzo el cáliz de salvación para el perdón de los pecados» (Alia).
La narrativa característica de las oraciones hispano-mozárabes nos lleva a escuchar en ocasiones no solo aspectos teológicos o espirituales de la vida de los santos sino también anecdóticos o históricos; de ellos sale una reflexión espiritual. Tal es el caso de San Lorenzo y la anécdota de su martirio en que el mismo advierte que su cuerpo ya se ha quemado por un lado y es hora de que se queme por el otro: «Lorenzo exhaló su espíritu entre las llamas, después de advertir que dieran vuelta a su cuerpo asado en la parrilla» (Post Nomina). O también el dato de los días que separaron los martirios de los Santos Lorenzo y Sixto: «Pues aunque hubiera intervalos de dos o tres días en sufrir el martirio según tú lo fuiste disponiendo, lució en ellos la misma fe valerosa para alcanzar el trofeo de las promesas celestiales» (Illatio).
PARA LA ORACIÓN
Dejamos para la oración un fragmento de la acción de gracias de la misa en rito hispano-mozárabe (Illatio).
«Cristo, infatigable fortaleza de los mártires, cuanto más atroces son los tormentos que les aplican los crueles verdugos, mayores son las fuerzas que tú les concedes para triunfar, proporcionando tanta gloria a tus santos como desesperación a sus adversarios. Por el mismo acto de justicia reciben los infiernos al juez sanguinario y los cielos al varón inocente. Así se explica que Lorenzo, mientras se va quemando, tenga la fortaleza suficiente para lanzar al rostro del carnicero la burla de que si le agrada el majar, ya puede comerlo porque está asado. Con estas palabras, dando a los fieles ejemplo de cómo hay que despreciar a la muerte, encomendó al Padre su alma victoriosa, y tras el sudor de la batalla, refrigerado en el abrazo de Cristo, descansa a la sombra del ara celestial».
Illatio
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