Las lágrimas y la constancia de una madre

La familia de la Orden de San Agustín se viste de fiesta. Mañana 28 de agosto se celebra su gran fiesta. Y como si de nuestros pequeños pueblos se tratara, que celebran junto a la fiesta patronal un día de recuerdo a quienes nos dieron la vida, la cultura y la fe, los hijos de San Agustín hoy recuerdan a quien le dio la vida y le introdujo hacia la vida eterna: Santa Mónica.

Santa Mónica nació en Tagaste en el año 311, casada con un pagano que le era infiel tiene tres hijos: Navigio se casó y tuvo hijos; Perpetua se casa, enviuda y se hace religiosa; y Agustín, el que haría derramar a Monica muchas lágrimas. Ella previno al que llegaría a ser obispo de Hipona y uno de los santos más sabios de la historia de la Iglesia, contra las inmoralidades del mundo en el que vivía y contra la herejía maniquea a la que se había convertido en búsqueda de la verdad. Sus lágrimas y sufrimientos le merecieron el premio de la conversión de su hijo y de la santidad reconocida.

San Agustín escribe de ella en sus Confesiones:

De modo, Señor, que desde aquella edad ya creía yo en Vos juntamente con mi madre y toda nuestra familia, exceptuando a mi padre solamente, cuyo respeto y autoridad nunca preponderó en mi estimación a la que yo tenía y hacía de la piedad de mi madre; y así no pudo él con su ejemplo apartarme del creer en mi Señor Jesucristo. Y por otra parte ponía mi madre toda su atención en procurar que a Vos, Dios mío, os tuviese por mi padre verdadero, más bien que al que me había engendrado. Y Vos, Señor, la ayudabais, haciendo que su dictamen y piedad prevaleciesen en mí, respecto de la autoridad y ejemplo del varón a quien ella no obstante obedecía y servía, siendo mejor que él; porque conocía que en esto os servía y obedecía a Vos, que se lo mandabais.

San Agustín, Confesiones, Libro I, 17.

Mas ¡ay de mí!, ¡ay Dios mío!, ¿cómo me atrevo a decir que Vos callabais, cuando yo me iba alejando más y más de Vos?, ¿acaso es verdad que callabais Vos, Dios mío, y no me llamabais? Pues ¿cuyas, sino vuestras, eran aquellas voces que resonaban en mis oídos, pronunciadas por boca de mi madre, fiel sierva vuestra, aunque nada de lo que me decía llegase a penetrar mi corazón, ni yo lo pusiese por obra? Porque bien me acuerdo de que mi madre deseaba mucho cogerme a solas, para amonestarme muy seria y encarecidamente (como lo ejecutó), que no tuviese trato ilícito con mujer alguna, y especialmente con mujer casada; pero a mí me parecían éstos unos consejos mujeriles, a los cuales me daría vergüenza obedecer. Mas ellos eran recados y avisos vuestros que mi madre me llevaba, y yo no lo conocía. Juzgaba yo que Vos estabais callando cuando mi madre me hablaba, y no cesabais de llamarme por su boca; y despreciándola yo, Vos erais en ello el despreciado por mí, siendo yo un infeliz siervo vuestro, hijo de una sierva vuestra.

San Agustín, Confesiones, Libro II, 7.

LITURGIA AGUSTINIANA

En la solemnidad de San Agustín que celebrarán mañana los agustinos, la liturgia de palabra ofrece una secuencia ad libitum (opcional). Recordemos que las secuencias son composiciones poéticas que nacieron unidas al Aleluya y que en la actualidad se recitan después de la segunda lectura. La liturgia actual conserva cuatro secuencias: Victimae Paschali del domingo de Pascua y su octava, Veni Sancte Spiritus del domingo de Pentecostés, Lauda Sion Salvatorem en la solemnidad del Corpus Christi y Stabat Mater en la memoria de la Virgen de los Dolores.

Dejamos a continuación la secuencia de San Agustín que nos sirve para la oración de estos días. Podemos dividirla en cuatro partes: I. La conversión; II. El combate contra las herejías; III. La regla religiosa que compone; IV. Su muerte; V. Elogio y gloria.

SECUENCIA (Ad libitum)
I. De un abismo de tinieblas
Brota una luz esplendente
Que hoy para el mundo fulgura.

Agustín, el que había sido
Presa del error, es dado
Como un honor a la Iglesia.

A la llamada divina,
Abraza la fe, y se acerca
A la fuente del bautismo.

II. Con elocuencia combate,
Y en sus escritos condena
Sus pasados extravíos.

Confirma la fe; modela
Las costumbres; su palabra
Destruye el error y el vicio.

Enmudece Fortunato,
Ceden Manes y Donato
Al fulgor de su palabra.

Aquel mundo en decadencia,
Ebrio de opiniones vanas
Y turgente de herejías,

Fruto abundante comienza
A producir, cuando esparce
La fe, Agustín, por el orbe.

III. Según norma de los fieles
De Jerusalén, ajusta
La vida del monacato.

Pues sus hermanos vivían
En común, sin nada propio
Que considerasen suyo.

IV. Para salvación del hombre
Él cultivó de por vida
las virtudes: murió anciano,
Y reposó con sus padres.

Nada dejó en testamento
Quien nada propio tenía,
Pues los bienes reputaba
Comunes con sus hermanos.

V. Salve, modelo de sabios,
De Cristo luz, voz celeste,
Pregonero de la vida,
Lumbrera de los doctores.

Los que Padre te proclaman,
Teniéndote como guía,
Consigan la vida eterna
En la gloria de los santos.
Amén.

PARTE I

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