Ante las nuevas normas del Papa Francisco sobre la misa que se ha llamado ‘rito extraordinario’ muchos son los que me han preguntado mi opinión.
Opino que hay que hacer varias distinciones en diferentes niveles:
- No es lo mismo la supresión de la antigua liturgia que la regularización. Creo que a pesar de lo que diga el documento sigue siendo vigente de facto lo que Benedicto XVI escribió: no se puede considerar malo de repente que algo sirvió durante siglos para santificar al pueblo de Dios. Eso lo hemos de distinguir de cómo se regula: Benedicto XVI por una seríe de circunstancias vio oportuno hacerlo de una forma y el Papa Francisco lo ve de otra porque la situación (no solo el Papa) ha cambiado.
- No es lo mismo la celebración cotidiana, que la esporádica. Si verdaderamente se considera que la forma extraordinaria y tradicional es un aporte a la espiritualidad es fácil de justificar la celebración esporádica (semanal, mensual o anual) que complemente y ayude a lo que se vive en la liturgia cotidiana de la Iglesia con el Misal de Pablo VI.
- No es lo mismo vivir la liturgia que vivir la espiritualidad. Vivir de forma ordinaria la espiritualidad del rito extraordinario debería conllevar adentrarse en la espiritualidad de la época con sus costumbres que no siempre se da. De lo contrario es un ritualismo vacío como lo es hacer esto mismo celebrando con el misal novus ordo. No puedo por menos que sonreírme en algunas situaciones: mujeres leyendo la lectura o sin velo, o sacerdotes que solo se ponen la sotana para celebrar, etc. Un rito no es sólo una celebración sino un universo simbólico de costumbres estéticas, usos personales y vivencias morales que desarrollan la celebración en la vida cotidiana.
- No es lo mismo tener un uso litúrgico que no tenerlo. Desde tiempo inmemorial las comunidades cristianas, luego las órdenes, e incluso catedrales, parroquias o santuarios, por idiosincrasia han adoptado diferentes formas que no contradicen el espíritu de la liturgia, sino que lo concretan a las necesidades del espacio litúrgico o a la espiritualidad propia. Estoy hablando de la liturgia de cartujos y dominicos, de costumbres que se hacen ley litúrgica local sin despreciar las rúbricas universales. Pienso por ejemplo en el coro de los mercedarios cuyo sitial central no es para el prior, sino para la virgen que bajo a orar con ellos; o la forma que adquirió la hora tercia en las cartujas unida a la aspersión dominical del agua. Hay congregaciones e incluso parroquias qué podríamos considerar que tienen como uso y costumbre la misa tradicional.
- No es lo mismo la misa tradicional que la misa en latín ad orientem. La reforma litúrgica promovió con sabio acierto la traducción de los libros litúrgicos. Lo cual no quiere decir que la liturgia no esté compuesta en latín y, por tanto, no puedo celebrarse en lengua latina; es más, se pide que los fieles conozcan algunas de las partes comunes en latín. Lo mismo sucede con la posición del sacerdote en cuanto al altar: el Vaticano ya hace tiempo que aclaró que es legítimo celebrar según el misal de Pablo VI ad orientem (hasta el Papa Francisco lo ha hecho alguna vez en la capilla sixtina).
Hemos de reconocer que en la Iglesia siempre ha habido una papalatria: lo ha habido con todos los papas y no iba a ser menos con el actual. Necesitamos curar la tortícolis romana que tenemos: no siempre hay que mirar a Roma, a veces hay que leerse los libros litúrgicos y la historia. Necesitamos conservar la obediencia aún cuando podemos ser críticos con lo que se nos pide.