“ En lugar de aquella primera vid, que dio vinagre a su Señor (cf. Is 5,2), ha brotado para nosotros del seno de la Virgen la vid verdadera. Ésta es la vid que da de comer a los hombres y les comunica la vida. Ésta es la vid que consuela con su bebida las almas de los afligidos. Ésta es la vid que con su vino purifica al mundo del pecado. Él es el racimo de uvas que a la noche en el cenáculo, él mismo se ha exprimido y se ha entregado a los discípulos en el cáliz como el Testamento de la verdad. ¡Oh vid, cuán prodigiosa eres, tú, cuya riqueza jamas se agota!…”.
— Cirilonas, Homilía 2.