Capítulo XXXVIII – EL AYUNO DE PENTECOSTÉS

1. El segundo ayuno es el que, según los cánones, empieza el día siguiente de Pentecostés, de acuerdo con lo que dijo Moisés: cuando empieza el mes de las siega del trigo, contarás siete semanas (Dt 16,9). Son muchos los que, basándose en la autoridad del Evangelio, observa en este ayuno después de la Ascensión del Señor, interpretando de manera histórica el testimonio dado por el Señor al decir: ¿por ventura pueden los compañeros del esposo llorar mientras está el novio con ellos? pero vendrán días en que les será arrebatado el esposo, y entonces ayudarán (Mt 9,15).

2. Dicen, por tanto, que, durante los cuarenta días en los que se lee que el Señor, después de su resurrección, convivió con sus discípulos, no es oportuno ni nos pongamos de luto, porque entonces nos corresponde vivir en alegría. Pero después, al llegar el tiempo en el que Cristo, al elevarse a los cielos, dejó de estar presente en forma corporal, era preciso ayunar a fin de que, por la humildad del corazón y la estética del cuerpo, merezcamos recibir, del cielo, el Espíritu Santo prometido (cf. Hch 1).

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