Foto de portada: Entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén, Giotto.
Tomada de: es.wikipedia.org
Introducción
Domingo de Ramos, quien no estrena algo no tiene manos, reza el adagio castellano. No sabemos muy bien a qué o a quién se debe esta máxima popular, pero ciertamente el cristiano debe, al menos, estrenar un ramo de alabanza al Señor. No hay excusa… una pequeña rama o algo que simule una palma es suficiente para aclamar al Señor. El Domingo de Ramos ¿para qué queremos manos si no es para aclamar a Jesús, rey del universo?
Este día encierra un sentido mucho más profundo que una simple bendición de ramos de laurel, olivo u otros arbustos y árboles, de olores, colores y formas diversas. En muchas ocasiones se han usado después casi como ‘amuletos’ para remedios físicos: aliñar las comidas con ellos o ahuyentar las enfermedades de personas y animales de la casa. El verdadero valor del domingo de Ramos no está en la bendición de los ramos sino en la procesión de los ramos que transforma el lugar de inicio en el huerto de los olivos y la iglesia en la Jerusalén del cielo que ha descendido para poder entrar en ella junto con el Rey de la Gloria: el Señor Jesús.
El título elegido para esta reflexión condensa tres aspectos sobre los que deberíamos de reflexionar para conocer mejor la espiritualidad de la procesión de los ramos. Se trata de los símbolos de la asna sobre la que Jesús entra en la ciudad santa, las palmas y ramos recogidos en el monte de los olivos y, por último, la dimensión escatológica de la conmemoración de esa entrada de Jesús en Jerusalén, o lo que es lo mismo, la anticipación de la entrada de los cristianos en la Gloria de Padre con aquel que es el Rey de la Gloria.
La asna y el pollino
Aunque los cuatro evangelistas narran la entrada de Jesús en Jerusalén (1) tan solo Mateo y Juan hacen referencia a la profecía de Zacarías que se cumple con la entrada de Jesús a lomos del animal. Dice el profeta: ¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna (2). La cita tomada por los dos evangelistas tiene, sin embargo, dos matices en la versión mateana que podrían pasar desapercibidos, pero que a nosotros nos interesa destacar aquí: la mención de la mansedumbre y el pollino que va junto con la asna.
Mateo dirige su escrito evangélico a una comunidad judeocristiana, es decir, judíos que habían creído en Jesús. Por tanto, conocedores de las escrituras proféticas. No sería raro que los redactores y los primeros oyentes de este evangelio tuvieran en mente la imagen del pueblo de Israel como la asna de la profecía de Jeremías: Desde siempre has roto tu yugo y has hecho saltar las correas, diciendo: «No he de servir». Recuerda tu conducta en el valle, reconoce todo lo que has hecho, camella liviana de extraviados caminos, asna salvaje criada en la estepa (3). Este texto de Jeremías que muestra al pueblo de Israel cómo esa asna salvaje, está entrelazado con otros dos temas (4), a saber: Israel como la vid selecta que se vuelve espino (5) y como esposa que ha sido infiel y prostituta (6).
Teniendo esta profecía en cuenta, contrasta la mansedumbre de Jesús con la desobediencia del pueblo de Israel simbolizada en la burra que Jesús pide a sus discípulos. La asimilación de la asna con el pueblo de Israel en este texto de Jeremías será de gran importancia para la interpretación de la entrada de Jesús en Jerusalén por los santos padres. Orígenes nos cita una interpretación que diferencia a la borrica atada del momento de desatarla: Conozco personas que ven en la borrica atada a los fieles que vienen de la circuncisión, y libres de las ataduras de las diversas opiniones, han recibido de la Palabra una enseñanza verdaderamente espiritual (7). Y San Ambrosio, entre otros, ve en el pollino a un nuevo Israel, un vástago joven y nuevo que nadie aún ha cabalgado: la Iglesia de los paganos.
Jesús cabalga a lomos de la borrica, la sinagoga, que desatada y conversa camina con el pollino, nunca cabalgado por ninguna ley y que podrá ser educada en la obediencia a su amo, Cristo, el Señor. Se dejará domar, embridar y montar el que durante tanto tiempo estuvo indómito, suelto y sin ser montado por nadie. Y así sucederá lo que dice el Apóstol: La muchedumbre de paganos entrará en la Iglesia de Dios, y entonces se salvará también Israel, junto con todos ellos (Cf. Rom 11, 25). La madre seguirá a su hija y la cría conducirá a la madre, es decir: la nacida en segundo lugar, la Iglesia de los paganos, precederá a la escogida en primer lugar, a Israel, y ésta la seguirá, porque estaba ciega cuando se le apareció la salud (8).
‘Ordenad una procesión con ramos’ (Sal 117)
Lo más vistoso de la procesión del Domingo de Ramos en nuestro pueblos y ciudades son las palmas que portamos para simular aquellas con que aclamaron al Señor Jesús. Pero, ¿qué tienen de particular las palmas? Debemos tener en consideración dos cosas antes de proseguir la reflexión.
En primer lugar, parece claro -porque los evangelistas coinciden en ello-, que la entrada de Jesús a Jerusalén se hizo desde el monte de los Olivos. Y así se conmemoraba cuando Egeria narra la celebración de la entrada de Jesús en Jerusalén. Más adelante volveremos sobre su testimonio.
Aunque no es tan evidente, hay que tener en cuenta también que las grandes festividades del judaísmo pasaron al cristianismo de una forma novedosa: el descanso sabático pasó con el tiempo al dies Domini, al domingo; la Pascua judía de la conmemoración del éxodo pasó a la celebración anual de la resurrección del Señor; la fiesta de las primicias o Pentecostés pasó a ser la fiesta del Espíritu Santo; y la fiesta de los Tabernáculos, celebrada a finales de septiembre, ha quedado fragmentada y relacionada con tres fiestas: las cuatro témporas de acción de gracias del año, la fiesta del bautismo del Señor y los Ramos de la Pasión (9).
Fiesta de los tabernáculos y procesión de los ramos. La fiesta de los tabernáculos, que tuvo un origen agrícola de la vendimia y memorial de la vida nómada del pueblo de Israel, en la época de la realeza adquirió un carácter mesiánico y escatológico: el Mesías viene a instaurar el reinado de Dios. La fiesta requería la construcción de cabañas para habitar durante siete días y al octavo se hace la procesión alrededor del altar portando en una mano un ramo, lulab, y en la otra un fruto del limonero, etrog. Esta procesión estaba acompañada a partir de la época postexílica por el salmo 117: Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos… La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular… Bendito el que viene en nombre del Señor… Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar. Cabe mencionar que es evidente la referencia cristológica que los Santos Padres ven en la piedra angular. Y el libro de Nehemías cuando se refiere a la fiesta dice: Así pues, publicaron y pregonaron por todas sus ciudades y en Jerusalén un bando que decía: «Id al monte y traed ramos de olivo, de olivo silvestre, de mirto, de palmera y de otros árboles frondosos para hacer cabañas, como está prescrito». El pueblo salió, trajo los ramos y cada cual se hizo su cabaña; unos en su propio terrado, otros en sus patios, en los atrios del templo de Dios, en la plaza de la Puerta del Agua y en la plaza de la Puerta de Efraín (10).
Fuera de las referencias explícitas a la fiesta de los tabernáculos, tenemos en el último capítulo del libro del profeta Zacarías la alusión sobre el destino final de Jerusalén en el día de la venida del Mesías: Aquel día se plantarán sus pies sobre el monte de los Olivos, al este de Jerusalén… Todos los supervivientes de las naciones que atacaron Jerusalén subirán cada año para postrarse ante el rey, el Señor del universo, y celebrarán la fiesta de las Tiendas (11).
A partir de estas referencias podemos concluir que la procesión que narra el salmo 117 en la espera del Mesías se hace realidad. En primer lugar, porque es desde el monte de los olivos desde comienza la procesión; y en segundo lugar porque uniendo las referencias de Zacarías y Nehemías podríamos deducir que es allí el lugar donde recogen los ramos para las cabañas y el lulab (12). Ejecutar una procesión con ramos desde el monte de los olivos al templo aclamando a Jesús como aquel que viene en nombre del Señor, dejaba bastante claro ante los judíos que Jesús se dejaba proclamar como Mesías.
Espiritualidad del Ramo. Las cabañas de la fiesta no sólo tenían el carácter de recuerdo que cita el libro del Levítico (13), sino que también había adquirido la simbología de la morada eterna de los justos ya en el judaísmo. Pero aquí nos interesa más la lectura cristiana del lulab, que al igual que la decoración de las cabañas, simboliza las buenas obras que decoran al hombre. En palabras de Metodio: Festejaré solemnemente a Dios habiendo adornado el tabernáculo de mi cuerpo… lo que está prescrito para adornar las cabañas son las obras de la justicia (14). Si miramos a la visión cristiana de la Gloria nos encontramos con el texto del Apocalípsis: Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos (15). El lulab, que son los buenos actos que adornan nuestra vida, se transforman en la palma de la victoria de los que merecen estar en la Gloria.
El orden de la procesión hacia la iglesia con el obispo -o sacerdote- en medio de ella representando a Cristo (16), es el orden de los que con las buenas obras quieren adornar su vida y tienen la esperanza de entrar en la Gloria junto con el Rey de los cielos. Anticipamos lo que anhelamos: la palma de la victoria sobre la muerte que solo conseguimos a través de Cristo, que nos anticipa en la entrada en el cielo.
Entrada en la Jerusalén del cielo. Si el templo representa a la Jerusalén celeste en la que ha penetrado Jesús nos abre a las dos últimas consideraciones de esta reflexión: la vinculación de la procesión de ramos con la Ascensión del Señor y la apertura de las puertas de Jerusalén cuando nos hallemos ante ella.
Para la primera de ella rescatamos la referencia a Egeria, la peregrina en tierra santa, que describe la liturgia del domingo de pasión. Antes de comenzar la lectura del evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén, todos acuden a orar al monte de los olivos: Así, a la hora séptima todo el pueblo sube al Monte Olivete, o sea, a Eleona, a la iglesia. Se sienta el obispo y se dicen los himnos y antífonas apropiadas al día y al lugar y de igual modo, las lecturas. Cuando comienza a ser la hora nona, se asciende con himnos hasta Imbomon, que es el lugar desde donde el Señor subió al cielo, y allí se sientan, pues todo el pueblo recibe la orden de sentarse, siempre que el obispo está presente mientras los diáconos todos están de pie. Se dicen entonces allí los himnos y antífonas propios del día, así como las lecturas intermedias y las oraciones (17). Como vemos el mismo día se ora primero en el monte de los olivos y posteriormente en el lugar de la Ascensión antes de bajar a Jerusalén nuevamente. En la procesión de Ramos existe un paralelismo entre Jerusalén, iglesia y cielo: con nuestra entrada en la iglesia recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén y anhelamos la entrada a la vida eterna.
En algunas liturgias sirias y armenias, en la procesión de los ramos, Cristo nos espera dentro de la Iglesia -no va representado en la procesión- de forma que los fieles precedidos del obispo llegan a la puerta del templo y por tres veces llaman a la puerta. Es la llamada de las vírgenes de la parábola que están esperando a que la puerta se abra para entrar al banquete de bodas donde le espera el Señor. esta parábola era usada por el rito siro-jacobita al comienzo de la Semana Santa. En el rito hispano mozárabe el diálogo tomado del salmo 23 -que esta en el actual misal romano para ese momento- expresa la resurrección y glorificación: V/. ¿Quién es el Rey de la Gloria; R (obispo). El Señor de los ejércitos, ése es el rey de la gloria (18).
Conclusiones
La hondura espiritual con la que podemos vivir cada signo en la celebración depende de nuestro conocimiento de lo que a lo largo de la historia y a lo ancho de las tradiciones litúrgicas se ha vivido. Puede que en ocasiones haya que hacer un esfuerzo de comprensión y debe disculpar el lector si en alguna ocasión no me he expresado de forma sencilla, pero las cosas de Dios sobrepasan todo juicio y la expresión con palabras nunca llagará a abarcar la grandeza de Dios. Podríamos sacar tres conclusiones breves:
1. La procesión de los ramos adquiere un carácter transversal en el tiempo. La procesión del presente que nos lleva a la iglesia es recuerdo de aquella procesión que dirigió a Jesús a la ciudad santa de Jerusalén con elementos propios de la fiesta de carácter mesiánico y escatológico de los Tabernáculos: salir con ramos desde el monte de los olivos aclamando la ascendencia davídica de Jesús y con referencia al salmo 117.
2. El que es manso y humilde de corazón se sienta a lomos de una borrica, símbolo de la desobediencia del pueblo de Israel; al desatar la borrica se expresa la libertad que Cristo ofrece a los judíos; y la cría expresa el nuevo pueblo que nace y que puede ser educado en la obediencia que su madre no ha tenido. Nosotros podemos estar atados, haber sido liberados o tener una actitud de aprendizaje ante el misterio de Cristo.
3. Los ramos que portamos es por un lado signo de la hermosura de nuestras buenas obras y por otro la palma de la victoria de que nos viene por mantenernos firmes en el anuncio de la resurrección de Cristo.
P. Santiago Martín Cañizares, pbro.
(1) Mt 21, 1ss; Mc 11, 1ss; Lc 19, 28ss; Jn 12, 1ss.
(2) Zac 9, 9.
(3) Jer 2, 20a. 23-24a.
(4) Es interesante que estos dos temas de la vid y el adulterio de Jeremías están presentes en el entorno de la narración de la entrada de Jesús en Jerusalén. La vid está presente en las parábolas de los obreros de la viña (Mt 20, 1ss) y la de los viñadores homicidas (Mt 21,33ss); mientras que el tema de la pureza y la prostitución se encuentra en los pasajes de la pregunta sobre el divorcio y la consiguiente conversación sobre los eunucos por el Reino de los cielos (Mt 19, 1ss).
(5) Cf. Jer 2, 21: Yo te planté vid selecta, toda de cepas legítimas, y tú te volviste espino, convertida en cepa borde.
(6) Cf. Jer 3, 1-2: Si un hombre repudia a su mujer, y ella se va de su lado y luego se casa con otro, ¿podrá volver al primero? ¿No ha quedado profanada esa mujer? Y tú, que has andado fornicando con todos los amantes que has querido, ¿podrás volver a mí? —oráculo del Señor—. Fíjate bien en las colinas: ¿Dónde no te mostrabas disponible? Salías a los caminos a ofrecerte, lo mismo que un nómada en el desierto. Y así profanaste la tierra con tantas fornicaciones y delitos.
(7) Orígenes, Comentario al evangelio de Juan, 10, 29, 180.
(8) E. Löhr, Los misterios pascuales, Ediciones Guadarrama, Madrid 1963, 38.
(9) Cf. J. Danielou, Teología del judeocristianismo, Cristiandad, Madrid 2004, 441-443.
(10) Neh 8, 15.
(11) Zac 14, 4.16
(12) Cf. J. Danielou, Los símbolos cristianos primitivos, EGA, Bilbao 1993, 11.
(13) Cf. Lv 23, 42-43.
(14) Citado en J. Danielou, Los símbolos…, 16-17.
(15) Ap 7,9
(16) Mientras que el Ceremonial de los Obispos establece que el obispo lleva un ramo en las manos. El Misal Romano (tercera edición típica) da a entender que el sacerdote y los ministros no llevan ramo. Ésta última rúbrica nos parece más correcta teniendo en cuenta que es más moderna que la indicación del Ceremonial, así como por su simbólica espiritual.
(17) Egeria, Itineraria, XXXI.
(18) Cf. E. Lörh, Los misterios…, 50-51: nótese que en la actualidad el salmo 23 no es usado en el rito hispano-mozárabe y la autora no ofrece más noticia de esta cuestión.
Un comentario en “La asna, el ramo y Jerusalén. Apuntes espirituales para la procesión del domingo de Ramos”