También esta enseñanza del bienaventurado Pablo es suficiente para daros la plena certeza sobre los divinos misterios, de los que se os ha considerado dignos, viniendo a ser concorpóreos y consanguíneos de Cristo. Él proclamaba hace un momento: Porque en la noche en que era entregado nuestros Señor Jesucristo, tomó pan, y dando gracias, lo partió y dio a sus discípulos, diciendo: Tomad, comed esto es mi cuerpo. Y tomó el cáliz, dio gracias, y dijo: Tomad, bebed, esta es mi sangre. Si Él declara y dice sobre el pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá ya a dudar? Y si Él afirma y dice: Esta es mi sangre, ¿quién dudará jamás, sosteniendo que no es su sangre?