1. El orden de los electores se configuró y tuvo su origen en los profetas. Los lectores son los que proclaman la Palabra de Dios, de los que se dice: Clama a voz en cuello sin cesar; alza tu voz como trompeta (Is 58, 1). El momento de su ordenación, en efecto, lo primero que hace el obispo es exponer al pueblo cómo deben comportarse los lectores. Después, ante los fieles les entrega el códice de las palabras divinas para que anuncien la Palabra de Dios.
2. El que es promovido a este grado debe estar embebido de la doctrina y de los libros y gozar del pleno conocimiento de sus contenidos y de sus palabras, para que ante las diversas partes de las frases sepa cuando se establece subordinación entre estas partes, cuando la frase sigue aún inacabada y cuando, finalmente, la frase concluye. Asimismo, debe poseer con soltura la solidez de la dicción para llevar las mentes y los sentimientos de todos a la comprensión de la lectura, distinguiendo los géneros de expresión y reflejando los matices propios de cada una de las frases, tanto son la voz de quien anuncia algo, como la de quien se lamenta, la de quien hace un reproche, la de quien expone un exhortación o bien otros géneros semejantes a estos y que tienen su manera propia de expresión.
3. En cualquier caso se debe estar muy atento a las ambigüedades que puedan presentar las frases.Se dan muchos casos en las Escrituras que, si el texto no se lee de la manera que le corresponde, puede que se entiendan en un sentido contrario, como, por ejemplo: ¿quien acusará a los elegidos de dios, siendo dios quien justifica? (Rm 8, 33-34). Si esto se dice a manera de afirmación, sin respetar su género de expresión, se da pie a una gran perversidad. Debe, pues, ser leído como si dijera: ¿Acaso Dios, que es quien justifica? para que implícitamente se escuche un no.
4. En cuestiones tan importantes es necesario el talento de quien conoce la manera propia y conveniente con la que se debe leer cada una de las frases. Por la misma razón, también es conveniente que el lector conozca la intensidad que debe darse a los acentos, para saber en qué sílaba debe apoyarse su voz. Hay muchos lectores inexpertos que se equivocan en la acentuación de las palabras, y aquellos que, según parece, saben de ello suelen acusarnos de inexperiencia, rebajándonos y asegurando que desconocemos totalmente lo que decimos.
5. Además, la voz del lector debe ser diáfana y nítida. Al mismo tiempo, debe poder acomodarse a todos los géneros de expresión, tener una plena firmeza viril y evitar la pronunciación que se escucha en pueblos y aldeas.La voz del lector no debe ser ni humilde ni sublime. No debe ser blanda o tierna.Nada tendrá de afeminada ni reflejará movimientos del cuerpo. Solo tendrán la gravedad por característica. Elector debe dirigirse a los oídos y al corazón de quienes le escuchan, pero no a sus ojos, para no correr el riesgo de convertirnos en espectadores suyos más que en oyentes. Un criterio que viene de antiguo afirma que los lectores, al tener que ejercitarse en la dicción, deben cuidar mucho de su voz, de manera que incluso una multitud les pudiera escuchar.Por eso, antes, los lectura recibían el nombre que corresponde a los que declaman o recitan.
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