De Siria a Zamora: San Antolín y la devoción mozárabe

Cualquier otro año estaríamos la ciudad de Zamora estaría celebrando la novena de la Virgen de la Concha en la Iglesia propia: San Antolín. Y en esta novena, curiosamente se celebra la fiesta titular del templo que alberga -aunque ahora solo sea puntualmente- la Virgen de la Concha.

¿ORÍGENES SIRIOS?

San Antolín, según la tradición palentina, era el hijo de un rey convertido al cristianismo lo que produce que el tío del santo suceda a su padre en el poder. San Antolín, siendo diácono, fue condenado por su tío para ser martirizado. El origen geográfico del santo es una cuestión aun no muy clara. Tradicionalmente se le asigna una procedencia francesa en Pamiers. Pero estudios actuales apoyados por el Martirologio del Papa Gregorio XIII, concluyen que San Antolin era de Apamea (Siria). Sus reliquias habrían sido trasladadas a la abadía de Fredelas, junto Pamiers. En esta última se veneran los restos de otros mártires de Apamea: Cayo y Alejandro. Con el parecido de los nombres (Apamea-Pamiers) y el devenir de los siglos, bien se pudo llegar a una confusión.

S. XI: CERTIFICADO DE UNA DEVOCIÓN ANTERIOR

San Antolín según los últimos estudios, no habría vivido en el s. VII en Francia, sino en el s. IV en Siria. Pero sus reliquias efectivamente llegarían en el s. VII a la zona francesa de Pamiers. Su devoción llegó en los siglos posteriores a Castilla, más concretamente a Palencia, de forma que en el s. XI

  1. En el año 1035 es nombrado patrono de la sede restaurada de Palencia por el rey Sancho el Mayor de Navarra. Hecho que supone ya un conocimiento y devoción anteriores.
  2. La devoción a San Antolín llega a Zamora por los palentinos que en este siglo se asientan en la ciudad y mandan construir el templo antes mencionado. Lo cual indica una identificación con la devoción a este santo mucho anterior.
  3. Al menos cuatro códices fechados entre los años 1035 y 1066 contienen en su calendario la fiesta de San Antolín. Entre ellos se encuentra el Libro de Horas del Rey Fernando conservado en la Universidad de Santiago de Compostela o el Antifonario Morárabe de la Catedral de León. Hecho que muestra la devoción por este santo en la tradición hispano-mozárabe.

LA IGLESIA ZAMORANA Y LA DEVOCIÓN A ‘SU’ SEÑORA

Cripta de San Antolín en la Catedral de Palencia

En el año 1032 es encontrada en la cripta visigótica de San Antolín de la catedral de Palencia la imagen de una virgen, que tomó su nombre: Virgen de San Antolín. Los palentinos que a partir de 1062 acudieron a vivir en Zamora la trajeron con ellos y la colocaron en la iglesia que mandaron erigir en honor al santo patrón de su ciudad. Ya en el año 1100 la ciudad de Zamora tenía tal devoción a la imagen de la Virgen de San Antolín que la jurarían como patrona.

Recordando que es en el año 1080 cuando se produce la supresión del rito hispano-mozárabe y la adopción del rito romano, es probable que la primera década de esta devoción se celebrara según la gran tradición litúrgica hispana. Sería de reconocimiento histórico la recuperación del rito hispano-mozárabe para la celebración de San Antolín en la novena de la Virgen a la que en aquella época dio nombre: la misa o el lucernario hispano-mozárabe enriquecería la espiritualidad de los fieles y devotos que a las plantas de la Virgen fijan sus ojos en esa concha que reposa sobre su vientre: ella nos ha dado el fruto de su vientre, su perla más preciosa, su hijo y Señor Nuestro Jesucristo.

Detalle del Codice del Libro de Horas del Rey Fernando que se conserva en la Universidad de Santiago de Compostela

PARA ENRIQUECERSE CON LA LITURGIA HISPANA:

Es en verdad digno y justo, Señor, porque es digno y hermoso que te demos gracias, por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor: que demostró gloriarse en la corona de su mártir Antolín y redujo a la nada el furor rabioso del enemigo perseguidor.
El cuerpo del soldado de Cristo rey era cortado con diversos tormentos; pero su alma estaba regada con las fuentes de los gozos espirituales, evadiéndose de la cárcel eterna de los infiernos.
El santo mártir era atormentado con los suplicios para disfrutar luego en el cielo las coronas perennes de victoria; su cuerpo era herido con las llagas, pero no se quebraba en él la lucha espiritual; entregó sus vísceras a las más terribles penas para que no pareciese que negaba en la tierra a nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Se ofrecía a Dios como un sacrificio casto para poder recibir el fruto multiplicado de los más altos premios.
Con razón todos los Ángeles y Arcángeles no cesan de aclamarte cada día, diciendo:

Illatio – Acción de gracias

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