La liturgia del Domingo de Ramos y la Ascensión del Señor

«Al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo»
(Plegaria eucarística III)

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén es profecía de su Ascensión, su entrada en la Jerusalén del cielo, ambas desde el monte de los olivos hacia la Jerusalén histórica y celeste respectivamente. La «pasión salvadora» es el pórtico doloroso del gozo de la «admirable resurrección y ascensión»: Redención en tres actos.

La liturgia del Domingo de Ramos auna esas tres perspectivas como pocas celebraciones: un Domingo, día de la Pascua de Resurrección semanal, proclamamos y veneramos la cruz a través de la lectura de la Pasión del Señor, anticipada de la procesión de los Ramos que recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén, evoca su entrada en el cielo por su Ascensión y nos abre a la esperanza de nuestra propia migración a la ciudad celeste adornados por los ramos y palmas de la victoria (cf. Ap 7,9).

La liturgia anterior a la reforma expresaba este misterio cuando el Domingo de Ramos, con el asta de la cruz se abrían las puertas de la Iglesia. A continuación dejamos la traducción de la mencionada liturgia y una imagen de la Ascensión del Señor en la que Cristo abre las puertas del cielo portando una cruz de asta: un ejemplo de la plasmación en el arte del misterio que se vive en la liturgia.

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