Martirologio romano
11 de junio
1. Memoria de San Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formo parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el evangelio en Antioquía introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó luego en el concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el evangelio (s. I).
Como dijo en Papa Benedicto XVI en una de las catequesis de los miércoles San Pablo no quería hacer la misión él solo y se rodeó siempre de colaboradores. Bernabé no sólo introdujo a Pablo en la comunidad creyente, luego le acompaño en su tarea evangelizadora. Dejamos un fragmento de la audiencia del Papa donde lo explica.
Benedicto XVI
Audiencia general. Miércoles, 31 de enero de 2007
Tenemos que reconocer que el Apóstol es un ejemplo elocuente de hombre abierto a la colaboración: en la Iglesia no quiere hacerlo todo él solo, sino que se sirve de numerosos y diversos compañeros. No podemos detenernos a considerar todos estos valiosos ayudantes, pues son muchos. Baste recordar, entre otros, a Epafras (cf. Col 1, 7; 4, 12; Flm 23), Epafrodito (cf. Flp 2, 25; 4, 18), Tíquico (cf. Hch 20, 4; Ef 6, 21; Col 4, 7; 2 Tm 4, 12; Tt 3, 12), Urbano (cf. Rm 16, 9), Gayo y Aristarco (cf. Hch 19, 29; 20, 4; 27, 2; Col 4, 10). Y mujeres como Febe (cf. Rm 16, 1), Trifena y Trifosa (cf. Rm 16, 12), Pérside, la madre de Rufo, de quien san Pablo dice que «es también mi madre» (cf. Rm 16, 12-13), sin olvidar a esposos como Prisca y Áquila (cf. Rm 16, 3; 1 Co 16, 19; 2 Tm 4, 19). Hoy, entre todo este conjunto de colaboradores y colaboradoras de san Pablo, centramos nuestra atención en tres de estas personas que desempeñaron un papel particularmente significativo en la evangelización de los orígenes: Bernabé, Silas y Apolo.
«Bernabé», que significa «hijo de la exhortación» (Hch 4, 36) o «hijo del consuelo», es el sobrenombre de un judío levita oriundo de Chipre. Habiéndose establecido en Jerusalén, fue uno de los primeros en abrazar el cristianismo, tras la resurrección del Señor. Con gran generosidad vendió un campo de su propiedad y entregó el dinero a los Apóstoles para las necesidades de la Iglesia (cf. Hch 4, 37). Se hizo garante de la conversión de Saulo ante la comunidad cristiana de Jerusalén, que todavía desconfiaba de su antiguo perseguidor (cf. Hch 9, 27). Enviado a Antioquía de Siria, fue a buscar a Pablo, en Tarso, donde se había retirado, y con él pasó un año entero, dedicándose a la evangelización de esa importante ciudad, en cuya Iglesia Bernabé era conocido como profeta y doctor (cf. Hch 13, 1).