Yo esperaba…

“El sumo descanso es no querer nada más que lo que piden las necesidades naturales”. Palabras del poeta Prudencio qué serían un buen consejo para el veraneo. Seguro que muchos de los lectores han tenido la experiencia de tomarse unas vacaciones o un día de descanso y terminar más cansados que cualquier otro día de labor. Nada más lejos de la intención del poeta aconsejarnos que nuestras vacaciones consistan en no hacer nada.
Más bien se refiere a un vida descansada en Dios y libre de toda preocupación superflua. “Cuando hayas de emprender el camino no tomes bastón ni andes solícito de llevar una segunda túnica; no te preocupes demasiado del día de mañana, creyendo que te va a faltar el alimento”, son las palabras con las que continúa Prudencio y parafrasean el consejo de Jesús que hoy escuchamos en el evangelio.
“No querer nada más que lo que piden las necesidades” puede ser un lema espiritual que modele todas las acciones de nuestra vida en contra del tan usado ‘Yo esperaba que…’. Porque esa esperanza en las cosas del mundo que dependen de los hombres es decepcionante. ‘Yo esperaba que mis hijos y mis nietos veranearan con nosotros en el pueblo, por eso invertí mis ahorros en esta casa’, escuché de aquel hombre que, indiscutiblemente, había trabajado duro para dar a su familia lo mejor; pero sus hijos y nieto tienen otras preferencias. ‘Yo esperaba tener una parroquia con un gran proyecto de catequesis de niños y adultos’ —en el fondo todos los curas lo esperamos—, pero en los pueblos de la España vaciada, como en tantos otros lugares, es posible perder la esperanza si quieres un ‘gran proyecto’.
Si verdaderamente fueramos capaces de “no querer nada más que lo que piden las necesidades” cambiaríamos el ‘yo esperaba’ por el ‘necesitamos’. No es cuestión de no tener sueños y aspiraciones, sino de tenerlos contemplando la realidad. Necesitamos un lugar para que la familia pase tiempo junta; necesitamos un proyecto pastoral —igual da grande, que pequeño, que mediano— para hacer parroquias vivas, solidarias y comprometidas independientemente de la situación social. El individualista ‘yo esperaba’ deja paso al comunitario —o como se dice ahora, sinodal— ‘necesitamos’.
Jesús no les envía solos sino de dos en dos y solo con lo más necesario para el camino: sandalias y un baston. El resto lo irán recibiendo conforme lo necesiten. No les envía con un gran proyecto: solo espera de ellos que caminen predicando la conversión, expulsando demonios y ungiendo a los enfermos, es decir, respondiendo a la necesidad de conversión, salvación y sanación.

P. Santiago Martín Cañizares

“Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos” (Mc 6,7).


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