10 de septiembre de 2023
Los que desde niños hemos asistido a las catequesis en la parroquia, a las clases de religión, a las misas dominicales y a diferentes encuentros pastorales hemos recibido una gran carga de interpretación (normalmente equilibrada) de los textos bíblicos. Recuerdo con contrariedad aquel texto de la multiplicación de los panes en que, según el comentarista de turno, en realidad no se había producido un milagro. ¡Vaya por Dios! Todo nuestro gozo de conocer a Jesús como algo más que un hombre había quedado por los suelos. En realidad, siempre según estos comentaristas, la multiplicación de los panes y los peces fue un acto de solidaridad de los allí presentes. Sacaron lo que tenían para compartir. Así la solidaridad humana hace milagros (no Dios). Entre otros ejemplos podríamos incluir una explicación de la resurrección como un “sentir la presencia en nuestros corazones”.
Esta tempestad de relectura de la tradición y la biblia está lejos de encontrar descanso. El jesuita estadounidense James Martín, participante en el sínodo de la sinodalidad, catequeta para los jóvenes que asistieron a la pasada JMJ en Lisboa y conocido como apóstol LGTBI, ha encontrado una nueva e inédita interpretación al texto de la resurrección de Lázaro: una invitación de Jesús a salir del armario.
El abandono a la horizontalidad del pensamiento y a la inmersión en la actual sociedad ‘areligiosa’ no nos deja contemplar el misterio de la relación de Dios con los hombres cuyo vértice es el sacrificio de la cruz. Santa Rosa de Lima decía: “Ésta es la única verdadera escala del paraíso, fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo”. Si el sacrificio de la Cruz es la escalera al cielo parece que le faltan varios peldaños. Ha desaparecido de la explicación catequética de la eucaristía el elemento sacrificial. En algunos lugares existe una reducción drástica de la eucaristía al recuerdo de una cena de Jesús con sus amigos en el marco de las fiestas de la pascua judía. No queda rastro de la cena ritual y su liturgia.
Al escuchar la instrucción de Jesús a sus discípulos sobre la corrección (ir primero uno, luego con otro hermano y después con la comunidad) no podemos por menos que preguntarnos ¿quién debe corregir los desmanes de esta deriva? Hay grupos de católicos que piensan una crítica constructiva con el criterio evangélico que hoy nos brinda la Escritura, como servicio a la Iglesia. Ya San Pablo hizo lo propio describiendo como “reprensible” (Gal 2,11) la actuación de San Pedro.
“Si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano” (Mt 18,17).
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