6 de enero de 2022

Solemnidad de la Epifanía del Señor
6 de enero de 2022
Unidad Pastoral de Villarrín de Campos

Saludos

Estamos tentados a reducir la fiesta de hoy a los reyes magos. Y los reyes magos a una ilusionante tradición de regalos porque aquellos hombres llevaron a Jesús algunos presentes. 

Lo que hoy celebramos es la Epifanía, la manifestación del Señor, ese mostrarse de Dios a todos los pueblos de la tierra. Dios se deja ver manifestándose en tres acontecimientos: la adoración de los magos -que siempre celebramos el 6 de enero-, en el bautismo de Jesús -que siempre celebramos el domingo posterior al 6 de enero-, y las bodas de Caná -que leeremos este año dentro de dos domingos-. 

La adoración de los magos que hoy hemos escuchado en el evangelio no debemos simplificarla en que unos hombres llevaron regalos a Jesús guiados por una estrella. 

Aquellos hombres llevaron ante el recién nacido hijo de Dios tres presentes que tienen un importante significado. 

Regalaron oro al que es el mediador perfecto entre Dios y los hombres.
Puede hablar perfectamente a Dios de los hombres porque él es verdadero hombre. 

Puede hablarnos perfectamente de Dios porque él es verdadero Dios. 
La carta a los Hebreos nos muestra a Jesús ofreciendo el sacrificio de su sangre en el altar del cielo:
Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tienda es más grande y más perfecta: no hecha por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No lleva sangre de machos cabríos, ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva (Hb 9, 11-12. 15).

Su cruz, la ofrenda de su sangre es la alianza nueva y eterna que lleva a plenitud la antigua alianza: los diferentes pactos que hizo el Padre con el pueblo de Israel. El más sobresaliente de ellos es el pacto o alianza del Sinaí.

El oro es símbolo de estas alianzas: las tablas de la ley del Sinaí y el altar del cielo -tal como dice el Apocalipsis- son de oro. 

El oro nos recuerda el sacrificio perfecto, que actualiza todos los sacrificios antiguos y se ofrece en el cielo de una vez para siempre. Nosotros podemos participar de ese altar nuevo y eterno del cielo dentro de unos instantes: uniendo nuestras voces a las de los ángeles que están allí cantando Santo, Santo, Santo es el Señor. Y después participando del Cuerpo y la Sangre de Cristo.

El incienso y la mirra son los símbolos de esa doble naturaleza de Jesús. 

Incienso como verdadero Dios. La nube de incienso es símbolo de la presencia de la Gloria de Dios. La nube de incienso ocultaba el rostro de Dios que no podía ser visto por los sacerdotes del templo. El sacerdote que veía la nube del incienso tenía la absoluta certeza de que detrás de ella estaba realmente Yahvé. Nosotros al ser envueltos por el incienso tenemos la certeza de que Dios nos envuelve con su gloria en cada celebración. 

La mirra como verdadero hombre. La mirra era usada para embalsamar el cuerpo de los difuntos. El que nace es verdadero hombre y necesitará irremediablemente la mirra. Un día habrá de morir.

Queridos hermanos. 
Sintámonos envueltos de la Gloria de Dios, no solo por el incienso, sino porque Cristo al tomar carne humana la ha santificado, para que nosotros también podamos participar de eternidad de Dios. 

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